Héctor J. Ibáñez Durá
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Nuestra toma de decisiones en el ámbito ordinario se encuentra mediada por el uso del dinero, tal vez en grado insospechado por la opinión general. Pero ¿cuál es la verdadera naturaleza de este concepto, ampliamente utilizado, cuya manifestación óntica se nos presenta tan a mano? ¿Acaso alberga en su seno contradicciones potencialmente fatales o perniciosas, desde una perspectiva práctica, para las sociedades que lo emplean?









cierta incomodidad ante la reduccionista denominación de “ciencias sociales y jurídicas” debido al sesgo hacia las metodologías científicas que dicho nombre presupone en el análisis de las materias abordadas. Las verdades del arte o de la historia han quedado relegadas al plano de lo subjetivo, de lo incierto. Las ciencias sociales están aquejadas de dicha vorágine cientificista. Sin embargo, encuentran problemas para la aplicación de esquemas hipotético-deductivos tales como la mutabilidad de su objeto o que el sujeto observador forma parte de la realidad observada. A las ciencias sociales les interesan cuestiones como el dilema subjetividad-objetividad, el peso de lo ideológico, la ética o la apertura del lenguaje, que requieren ir más allá del método científico.