Javier Jurado
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Indudablemente son innumerables los factores que contribuyen a fraguar una experiencia estética, especialmente en el caso de la que acontece ante una obra de arte. Las connotaciones previas y la predisposición del espectador, su historia pasada, sus conversaciones, sus lecturas, sus reflexiones… ayudan todas a enmarcar y canalizar la obra artística en sí, resultando capitales al forjar un filtro interpretativo. Y al mismo tiempo, dejan brotar de una forma muy particular la expresividad de la obra, exprimiendo y acentuando en ciertos sentidos y no en otros las sensaciones y los sentimientos suscitados por ella. Así resultó en mi caso, con una audición que hice de la famosa Misa de Réquiem en re menor K. 626 de Wolfgang Amadeus Mozart y que tuvo su particular resonancia filosófica.
El Réquiem de Mozart: filosofía en una experiencia estética
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