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La crisis del Coronavirus: riesgo y oportunidad (II)

Javier Jurado

En una entrada anterior exploramos algunas reflexiones sobre la crisis del coronavirus. Partiendo de la visión más cínica o escéptica que considera que a la postre no supondrá ningún cambio sustancial, nos asomamos al extremo distópico que la considera un auténtico riesgo para nuestras formas de vida, nuestros sistemas democráticos, nuestras economías,… Pero como en cualquier crisis, para la construcción de alternativas, toca ahora asomarse al polo utópico, aquel que la considera una oportunidad: ¿y si nos sirve para tomar conciencia de nuestros excesos, nuestros defectos, de los sociales, de los del sistema… como para esperar algo nuevo a la vuelta? ¿Podría ayudarnos a recalibrar nuestras prioridades, mejorar nuestra solidaridad, nuestro respeto por el conocimiento, o incluso a provocar una transvaloración en nuestro sistema político, económico y social?

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Gradiente ético (I): En busca de la ética formal

Javier Jurado

A estas alturas del partido, es difícil pensar que nuestros valores morales sean absolutos o puedan jerarquizarse de forma absoluta. Más allá de las imposiciones dogmáticas, esa normatividad ha tratado históricamente de fundamentarse mediante la razón, buscando la estructura formal que debe cumplir el contenido moral para ser universalmente válido. Pero al rastrear científicamente nuestro origen biológico y nuestro comportamiento cultural en la historia, el empeño parece haber resultado vano. Tiene pinta de que cada uno tenemos un esquema particular de valores jerarquizados, herederos de nuestra cultura y nuestro tiempo, y que, además, evoluciona con nuestra experiencia vital.

Sin embargo, lejos de la dicotomía semántica, que no exista un esquema absoluto no quiere decir que el conjunto y jerarquía de nuestros valores sea completamente relativo. Un relativismo radical no sólo es contradictorio en sí mismo sino impracticable. Toda organización humana requiere de cierta estructura moral compartida. De forma que si buscamos algún tipo de ética que sea universalmente compartida, será bajo la forma de un campo de fuerzas ético, con una gradación más o menos acentuada e incluso fluctuante de la obligación moral, una estructura asentada en las bases que compartimos como especie.

En esta primera entrada, recogeré algunas reflexiones sobre la búsqueda histórica de una ética formal en la filosofía, dejando para una segunda entrada la necesidad de precisar y matizar los conceptos y argumentaciones en los debates morales contemporáneos, para dar cabida a la complejidad moral de este campo de fuerzas que necesariamente ha de ser capaz de asimilar las aportaciones de la ciencia.

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Javier Jurado

En estos días, la cuestión catalana ha generado enormes espacios de discusión sobre muy diversos conceptos: nación, legitimidad, disidencia, democracia, derechos,… En todos ellos se rememoran de una forma u otra tradiciones y discusiones de la filosofía política, y se reconstruyen o edifican armazones racionales de argumentos para apuntalar las diferentes posturas. Sin embargo, con una mínima meditación a nadie se le escapa que en el fondo de estos armazones, los cimientos se hacen barro y resultan ser no más que inclinaciones irracionales, espontáneas e instintivas, propias de los animales sociales que somos. Aquí va una modesta reflexión que pretende alumbrar algo este laberinto y contribuir a clarificar el espacio para un auténtico diálogo posibilista.

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¿Ha matado la ciencia a la filosofía?

Javier Jurado

Hace poco, el diario El País lanzaba un debate titulado «¿Ha matado la ciencia a la filosofía?» en el que tanto Javier Sampedro como Adela Cortina recogían dos artículos breves sosteniendo una postura en defensa de la filosofía, cada uno desde su perspectiva.

El de Cortina abogaba por una cooperación fecunda entre ciencia y filosofía, y comenzaba diciendo:

“La filosofía es un saber que se ha ocupado secularmente de cuestiones radicales, cuyas respuestas se encuentran situadas más allá del ámbito de la experimentación científica. El sentido de la vida y de la muerte, la estructura de la realidad, por qué hablamos de igualdad entre los seres humanos cuando biológicamente somos diferentes, qué razones existen para defender derechos humanos, cómo es posible la libertad, en qué consiste una vida feliz, si es un deber moral respetar a otros aunque de ello no se siga ninguna ganancia individual o grupal, qué es lo justo y no sólo lo conveniente.”

¿Es este reducto suficiente para la supervivencia de la filosofía? ¿Podemos afirmar que la ciencia no está preocupantemente para la filosofía arañando también estos espacios? Lanzo el guante desde la posibilidad de un reduccionismo científico en búsqueda de argumentos potentes que lo rechacen.

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