Archivo del Autor: jesusmmorote

El Coronavirus y la necesidad de una «Polidicea»

Jesús M. Morote

Leibniz sintió la necesidad de escribir una Teodicea, término que acuñó juntando dos palabras griegas, viniendo a significar “Defensa de Dios”. Afrontó así el problema metafísico del Mal en un Mundo que, como obra de Dios, no parece que debiera dar cabida al mal, al dolor, al sufrimiento. Tras la “muerte de Dios”, la Providencia ha venido a ser sustituida en el imaginario social por el Estado, o, más concretamente en los tiempos contemporáneos, por el Estado del Bienestar. Pero cuando el Estado fracasa y aparecen el mal y el sufrimiento, ¿no parece ser necesaria una “Polidicea” (llamémosla así), una defensa de la Polis, una Defensa del Estado, similar a la que Leibniz creyó necesaria para justificar a Dios, para justificar hoy, a pesar de todo, la existencia de ese Estado providente?

Bérgamo

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Cataluña y el metaderecho a la «autodeterminación»

Jesús M. Morote

Hace ya dos años largos que Javier Jurado publicó una entrada con el título de «Parlem» sobre uno de los problemas políticos del momento; de entonces y de ahora, y lleva camino de durar bastante tiempo más. Aunque el asunto de fondo sea el mismo, voy a presentar mi punto de vista bajo una óptica digamos más emparentada con la Filosofía Analítica que con la Ética del discurso prevalente en dicha entrada y las intervenciones que la siguieron.

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“La percepción del cambio” de Henri Bergson (II)

Jesús M. Morote

Como vimos en la conferencia precedente, Bergson pretende poner fin a las distintas visiones del mundo que presentan las diferentes corrientes filosóficas. Poca relevancia tendría esa larga discusión, ese perenne debate entre cosmovisiones contrapuestas e irreconciliables, si solo se tratase de especulación. La cosa, sin embargo, es mucho más seria. Aunque en 1911, cuando Bergson pronunció estas conferencias en Oxford, todavía estaban por llegar las más terribles consecuencias derivadas de la lucha entre visiones del mundo fundadas en una Metafísica fuerte, como la de Platón (una Metafísica de los conceptos que sustituyen a los entes, de la sustitución de lo único real, lo percibido, por una abstracción arbitraria de lo percibido, o sea, lo concebido), es decir, las dos guerras mundiales, Auschwitz, Hiroshima y el Gulag, ya se podía detectar en el ambiente social, económico y político, la olla a presión de rivalidades ideológicas (es decir: metafísicas) en que se estaban convirtiendo las sociedades occidentales, con el arraigo de los nacionalismos, los suprematismos raciales, los socialismos, los comunismos, los anarquismos y los integrismos reaccionarios, dando lugar a crecientes conflictos entre todos ellos, lo que, para un observador atento e inteligente como Bergson, no podía pasar desapercibido ni dejar de inquietarlo con las perspectivas de un negro futuro.

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«La percepción del cambio» de Henri Bergson (I)

Jesús M. Morote

Presento en esta entrada y en otra que aparecerá posteriormente la traducción de dos conferencias que pronunció Henri Bergson en la Universidad de Oxford en 1911 sobre el tópico metafísico del movimiento y el cambio. Aunque la Metafísica, en sus orígenes, se configuró como la ciencia que está “más allá” de la Física, como una especie de sustrato de los fenómenos físicos que intentaba dar razón de aquello a lo que no alcanzan nuestros sentidos y que, presumiblemente, explicaría, como ultima ratio, todos los fenómenos del mundo en su auténtica base y fundamento inconmovible, a principios del siglo XX, y desde entonces hasta nuestros días, esa ciencia última (o Primera, según se mire) ya no podía concebirse como fundamento o sustrato de nuestro conocimiento de la realidad, sino como meras premisas ideológicas, por lo demás arbitrarias, en el sentido de carentes de fundamentación, de una concepción del mundo.

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El anillo de Giges hallado en Panamá

Jesús M. Morote

En una famosa escena de la película “Casablanca”, el gobernador de la plaza, el capitán Renault (Claude Rains), que recibía sistemáticamente sobornos del propietario del café “Rick’s” mediante manipulación de la ruleta que había en la trastienda, tiene que ordenar el cierre del café por indicación de los nazis alemanes. Rick (Humphrey Bogart) le pregunta que por qué le cierra el café, y el capitán Renault le contesta con todo el cinismo del mundo: “¡Qué escándalo! ¡He descubierto que aquí se juega!”.

Los nuevos capitanes Renault de todo el mundo han descubierto, haciendo grandes aspavientos, que en Panamá se estaban creando sociedades con fines de evasión fiscal. Menudo notición. El asunto mueve a risa porque la gran exclusiva del momento era cosa conocida por cualquiera que tuviese ojos en la cara.

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De cómo Protágoras quiso decir la última palabra (y salió escaldado)

Jesús M. Morote

La mayor aportación filosófica de Lyotard, en mi opinión, ha sido la de mostrar cómo el discurso humano no se puede clausurar. Nadie puede decir la última palabra. Y, así, quedan al descubierto los discursos escatológicos que postulan un paraíso terrenal que, filosóficamente, resulta inalcanzable y, por tanto, si no es un mito, es, simplemente, una estafa.

Uno de los pasajes con los que el filósofo francés ilustra esa tesis es el dedicado a una curiosa paradoja de la antigüedad, que recoge Aulo Gelio en sus Noches áticas.

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¿Y si resulta que la adhesión de Kant a la Ilustración era fingida?

Jesús M. Morote

El diario alemán Die Welt publicó en noviembre de 2015 una reseña sobre la aparición del libro Aufklärung. Das deutsche 18. Jahrhundert. Ein Epochenbild» (Ilustración. El siglo XVIII alemán. Un cuadro de la época), de Steffen Martus, profesor de filología alemana en la Universidad Humboldt, de Berlín. Dicha reseña llevaba el impactante título de «Precisamente Kant no comprendió la Ilustración«, y en la entradilla se decía: «Hasta hoy se ha venido definiendo la época de la Ilustración a través de Kant. Ahora un nuevo estudio muestra que Kant podía soportar cualquier cosa menos la libertad de opinión y la diversidad propias de su tiempo«.

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El «Orfeo» de Monteverdi: sortilegios en la caverna de Platón

Jesús M. Morote

En la historia del pensamiento, el Renacimiento ha quedado caracterizado como la «era de la Revolución Científica»; o, como la llamó Heidegger, la «época de la imagen del mundo». Naturalmente, han sido los desarrollos posteriores del pensamiento occidental los que han marcado el concepto generalmente admitido que se tiene de la Filosofía en el Renacimiento. Pero, con ello, se incurre en una negligencia grave: la indeclinable tendencia a valorar los pensamientos filosóficos por su contenido material (muchas veces, sin embargo, burdamente adaptado a las necesidades del pensador presente ocultando otros matices) en lugar de valorar la forma de plantear los problemas por los hombres de la propia época. Tomando como referencia la ópera L’Orfeo de Claudio Monteverdi (1607) intentaré llamar la atención sobre algunos aspectos generalmente desconocidos del pensamiento renacentista.
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Un ensayo de Henri Bergson: «Lo posible y lo real» (1930)

Jesús M. Morote

Presento una traducción personal de un ensayo publicado por Bergson en 1930, una muestra de la prosa elegante y clara de este filósofo francés, que desmiente la pertinencia del oscuro barroquismo que muchos asocian a la profundidad del pensamiento filosófico. En lo referente al contenido de su pensamiento, Henri Bergson (1859-1941) aborda aquí con sencillez, pero con enorme convicción, alguno de los problemas ontológicos más importantes bajo una óptica muy particular, aunque sin duda encuadrable dentro de lo que podríamos llamar, en sentido amplio, vitalismo. Como concluye su ensayo Bergson: «No veamos un simple juego en una especulación sobre las relaciones de lo posible y lo real. Puede ser una preparación para vivir bien«.

Henri Bergson

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Kant cogió su fusil

Jesús M. Morote

Transcurridas unas semanas desde los atentados de París, se oyen por todas partes tambores de guerra. Francia envía el portaaviones «Charles de Gaulle» a las costas de Siria. El Reino Unido aprueba también el envío de tropas a ese país. Se habla de una nueva Guerra Mundial. Hasta los filósofos pueden tener algo que decir en medio de esta vorágine.

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