Jesús M. Morote
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Presento una traducción personal de un ensayo publicado por Bergson en 1930, una muestra de la prosa elegante y clara de este filósofo francés, que desmiente la pertinencia del oscuro barroquismo que muchos asocian a la profundidad del pensamiento filosófico. En lo referente al contenido de su pensamiento, Henri Bergson (1859-1941) aborda aquí con sencillez, pero con enorme convicción, alguno de los problemas ontológicos más importantes bajo una óptica muy particular, aunque sin duda encuadrable dentro de lo que podríamos llamar, en sentido amplio, vitalismo. Como concluye su ensayo Bergson: «No veamos un simple juego en una especulación sobre las relaciones de lo posible y lo real. Puede ser una preparación para vivir bien«.

Henri Bergson
Si el lector aparta su prevención sobre los discursos sobre Metafísica, y se deja llevar por la prosa vibrante de Bergson, disfrutará al leer este breve ensayo de una experiencia filosófica inolvidable.
Aunque el texto gira sobre un problema ontológico, el de la realidad y la posibilidad, finaliza con esa esclarecedora declaración de intenciones: la Metafísica no tiene sentido si no se orienta a ser una «preparación para vivir bien«. Es decir que, para Bergson, en contra de la concepción tradicional en Filosofía, no es la Metafísica la que determina la acción, la base nuclear de los principios de la acción humana, sino que la Filosofía práctica tiene prelación y es la Metafísica la que debe construirse al servicio de la Filosofía Moral y Política. La cuestión es importantísima, pues Bergson, que escribe en el periodo de entreguerras, en la antesala de los totalitarismos que llevaron a los «grandes relatos», a la Filosofía de la Historia, a fundamentar los genocidios y crímenes en masa contra la humanidad de todos conocidos, anticipa ya algunos tópicos de la postmodernidad, muy en particular la doctrina de Lyotard sobre la «última palabra». Lo que la filosofía gana cuando encuentra (o pretende hacerlo) absolutos, lo pierde el hombre.
Porque el presente no es el resultado de haberse realizado, de haber cobrado existencia lo que estaba en el pasado como posibilidad, sino que la posibilidad es una proyección que el hombre, desde su realidad presente, lleva a cabo con perspectiva retroactiva, una proyección «hacia atrás». La crítica a la dialéctica de corte hegeliano-marxista, aunque velada, resulta evidente. El hombre no es un agente secundario o circunstancial, una herramienta para que el Espíritu se vaya realizando a lo largo de la Historia; antes al contrario, la Historia es una creación del hombre, que vuelve su mirada hacia el pasado y, así, «crea» la posibilidad (que no tenía presencia real en el pasado) como algo que cree, erróneamente, que estaba en el pasado bajo cierta forma ontológica.
Grave error, producto de la ilusión. En efecto, no existe en el presente una especie de depósito de posibilidades de las cuales una de ellas llega a adquirir existencia o realidad a costa de las demás posibilidades que nunca llegan a realizarse. Ese privilegio ontológico del que estaría, así, dotada la posibilidad que alcanza existencia, que convierte la realidad en algo más que la mera posibilidad (pues lo real sería posibilidad más existencia; la realidad sería una posibilidad privilegiada) es un engaño de la razón como explica Bergson. La posibilidad, por el contrario, si no se ve como pasado (realizado después o no) sino, correctamente, como proyección del presente hacia atrás, será, entonces, más rica que la mera realidad-resultado-de-adquirir-existencia-una-posibilidad, pues la posibilidad es la realidad ya presente más una proyección de eso que está presente hacia atrás.
Bergson observa que la Metafísica tradicional es fruto de un enorme equívoco y confusión. Si se analizan los problemas metafísicos con detenimiento se ve que son falsos problemas. Así, el problema del origen del mundo y el problema gnoseológico, o del conocimiento humano.
En esta entrada del blog me ocupé del sentido de la «nada» en Sartre. La concepción sartriana es claramente deudora de la de Bergson (aunque, por supuesto, con importantes diferencias entre ambas). En efecto, la nada (néant) no es una negación de lo que es, sino que es la sustitución de algo que existía por otra cosa que se presenta en su lugar. No hay, pues, en el mundo, aniquilación de lo existente y aparición de nuevos entes, sino solo sustitución de unos entes por otros. La nada no tiene estatuto ontológico, sino que es una creación de la mente humana que «echa de menos» algo que existía y que ha sido sustituido por otra cosa. Pero, entonces, como dice Bergson, si hablamos de una posible creación ex nihilo, desde la «nada», estamos incurriendo en una contradicción: no hay Nada de la que pueda surgir un Mundo, pues si la nada, como acaba de explicar, es solo sustitución, hablar de la Nada sería «hablar de una supresión de todo«, es decir, no de una sustitución de una cosa por otra, que es lo que en realidad significa la nada. O la Nada es una mera palabra que no designa nada o, si designa algo, es sustitución y, por tanto, tanta materia tendrá la Nada sustituida como el Todo que la sustituye.
El ensayo que presentamos traducido, pues, no es sino un ferviente alegato contra ese realismo ontológico que justifica escatologías de la última palabra, utopías de lo posible como horizonte de futuro. Porque lo posible no es algo que puede existir en el futuro, sino que es una mera proyección de lo presente hacia el pasado. Por tanto, no podemos hablar de que en el presente haya posibilidades de realizaciones futuras. La vida, en la visión de Bergson, se presenta como una «elaboración sin cesar de lo nuevo»; una elaboración de lo nuevo, por otro lado, indeterminada. Cualquier pretensión de determinación del futuro es una mera sombra pálida y grisácea de los vívidos colores que alcanza la existencia real de las cosas cuando se presenta realmente.
Hasta que el hombre no se desprenda de la ilusión metafísica que trastoca, invirtiéndola, la auténtica naturaleza de la relación entre lo posible y lo real, no se sentirá alegre y fuerte, partícipe de la gran obra de creación de novedad constante, creador él mismo de la eterna sustitución en que consiste el desarrollo de la vida.
Bergson – Lo posible y lo real
Afortunadamente las obras de Bergson son ya de dominio público y no sujetas a derechos de autor. Pueden leerse en su original francés en el siguiente enlace