Archivo por meses: octubre 2016

(Re)presentando el horror. Saigon execution

José Masot

Es indiscutible que existen imágenes del horror. El horror no es innombrable como quería Lyotard. Una vez que el horror ha sido presentado en una imagen, la discusión debe ser la utilización ética y política de dicha imagen. ¿Qué hacemos con ella? Podemos renegar de ella y pedir que sea destruida o podemos poner nuestro dedo acusador en la llaga.

En esta entrada analizo el recorrido que ha tenido y tiene esta famosa imagen de Saigon execution de 1969 que fue premiada con el premio Pulitzer. Una imagen del horror que forma ya parte de nuestra memoria colectiva, que fue manipulada y reactivada o, como le gusta decir a Didi-Huberman, “desplazada a otro nivel de legibilidad”. Esta obra original y sus reactivaciones reabren el viejo debate sobre si el horror es irrepresentable y sobre si el arte debe encargarse del horror.

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Edward T. Adams (Associated Press). Saigon execution. Premio Pulitzer de fotografía de 1969.

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Arthur Schopenhauer. Las tres vías de liberación del sufrimiento: El genio, el altruista y el asceta

Tasia Aránguez
En opinión de Schopenhauer, la vida de casi todasPorträt des Philosphen Arthur Schopenhauer, 1852 las personas es bastante infeliz. Muchas personas se encuentran devastadas por el sufrimiento y otras han sido corroídas por el prolongado aburrimiento. La mayoría de las personas, sin embargo, se mantienen en un estado de moderada infelicidad. Saben lo que quieren y se esfuerzan por su consecución con el éxito suficiente para no sufrir mucho, pero con la dosis necesaria de fracaso como para no aburrir se demasiado. Esto genera una cierta alegría melancólica, una serenidad que es el estado mejor que puede alcanzar la gente normal, independientemente de que sea pobre o rica. Según el filósofo existen tres vías que pueden liberar del sufrimiento a las personas extraordinarias.

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“La percepción del cambio” de Henri Bergson (II)

Jesús M. Morote

Como vimos en la conferencia precedente, Bergson pretende poner fin a las distintas visiones del mundo que presentan las diferentes corrientes filosóficas. Poca relevancia tendría esa larga discusión, ese perenne debate entre cosmovisiones contrapuestas e irreconciliables, si solo se tratase de especulación. La cosa, sin embargo, es mucho más seria. Aunque en 1911, cuando Bergson pronunció estas conferencias en Oxford, todavía estaban por llegar las más terribles consecuencias derivadas de la lucha entre visiones del mundo fundadas en una Metafísica fuerte, como la de Platón (una Metafísica de los conceptos que sustituyen a los entes, de la sustitución de lo único real, lo percibido, por una abstracción arbitraria de lo percibido, o sea, lo concebido), es decir, las dos guerras mundiales, Auschwitz, Hiroshima y el Gulag, ya se podía detectar en el ambiente social, económico y político, la olla a presión de rivalidades ideológicas (es decir: metafísicas) en que se estaban convirtiendo las sociedades occidentales, con el arraigo de los nacionalismos, los suprematismos raciales, los socialismos, los comunismos, los anarquismos y los integrismos reaccionarios, dando lugar a crecientes conflictos entre todos ellos, lo que, para un observador atento e inteligente como Bergson, no podía pasar desapercibido ni dejar de inquietarlo con las perspectivas de un negro futuro.

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«La percepción del cambio» de Henri Bergson (I)

Jesús M. Morote

Presento en esta entrada y en otra que aparecerá posteriormente la traducción de dos conferencias que pronunció Henri Bergson en la Universidad de Oxford en 1911 sobre el tópico metafísico del movimiento y el cambio. Aunque la Metafísica, en sus orígenes, se configuró como la ciencia que está “más allá” de la Física, como una especie de sustrato de los fenómenos físicos que intentaba dar razón de aquello a lo que no alcanzan nuestros sentidos y que, presumiblemente, explicaría, como ultima ratio, todos los fenómenos del mundo en su auténtica base y fundamento inconmovible, a principios del siglo XX, y desde entonces hasta nuestros días, esa ciencia última (o Primera, según se mire) ya no podía concebirse como fundamento o sustrato de nuestro conocimiento de la realidad, sino como meras premisas ideológicas, por lo demás arbitrarias, en el sentido de carentes de fundamentación, de una concepción del mundo.

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