Javier Jurado
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Decía Ortega y Gasset que «La definición del hombre es el motor de las variaciones históricas«. Sin duda, la imagen del hombre determina cada época, y es el nudo gordiano de toda filosofía política e ideología. Entre los problemas de la antropología filosófica destaca un dilema histórico: ¿Es el hombre bueno o malo por naturaleza? Inclinar la respuesta en uno u otro sentido tiene enormes consecuencias para idear y construir cualquier sistema político y social. Pero como no hay filosofía auténtica que pueda permitirse el lujo de obviar las aportaciones de la ciencia, cabe darle una pensada a las recientes teorías sobre la agresividad en la historia evolutiva del Homo Sapiens.
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El Discurso de Rousseau (II): Anticipación lúcida y paradójica
Javier Jurado
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En una entrada anterior, comencé a analizar la obra de Rousseau Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, aludiendo a dos ideas-fuerza claves en su pensamiento y que asomaban ya en ella: el buen salvaje y el amor propio. Estas ideas gozaban de una trayectoria histórica que el ginebrino heredó. En esta segunda entrada, sin embargo, continuaré el análisis poniendo el foco hacia el futuro, ese que con tanta lucidez fecundó Rousseau no sin controversias, con una capacidad anticipatoria que también se detecta en esta obra.
El Discurso de Rousseau (I): El buen salvaje y el amor propio
Javier Jurado
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Rousseau escribió, casi una década antes que El contrato social, el Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres. Y este discurso constituye un magnífico escaparate para detectar algunas de sus tesis más fecundas y saborear el planteamiento anticipador y controvertido de uno de los pensadores más emblemáticos de la filosofía política. En esta primera entrada aludiré a dos potentes ideas-fuerza recurrentes en el pensamiento de Rousseau y de profunda raíz cristiano-platónica que ya se entreven en esta obra: la imagen del buen salvaje y el endiablado poder del amor propio.
El Príncipe de Maquiavelo: pesimismo antropológico, virtud y fortuna
Javier Jurado
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La famosa y polémica obra de Maquiavelo, El Príncipe, puede leerse desde la perspectiva de la antropológica filosófica para destilar su significado histórico y filosófico-político. Ortega y Gasset ya proponía que la imagen del hombre determina una época, sus problemas y sus intentos por solucionarlos. Y cuando ésta entra en crisis es cuando se suceden los principales cambios históricos. En este sentido, puede resultar revelador hacer una lectura de esta emblemática obra del pensador florentino en el cambio hacia la Modernidad, teniendo en perspectiva que esa imagen del hombre parece constituir el nudo gordiano de las ideologías políticas. Sobre esta antropología filosófica pueden trazarse dos grandes líneas, la del optimismo antropológico de corte utópico, con figuras como Moro o Rousseau, y la del pesimismo antropológico con figuras como la de Maquiavelo y el mismo Hobbes. En esta entrada extraigo de este famoso texto las principales referencias para sostener este enfoque que repercute en las fundamentales nociones de virtud y fortuna en Maquiavelo.
La maza de Silvio Rodríguez: Una lectura filosófica
Javier Jurado
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Cuentan que el cartero de Neruda decía que la poesía no es de quien la escribe sino de quien la necesita. Es imposible aprehender, hacer propia, una poesía sin que atraviese los propios ojos. Somos inevitablemente subjetivos porque somos sujetos, como recordaba Unamuno. Pero si todo autor puede ser víctima de un análisis literario plural, los textos del poeta son especialmente susceptibles de interpretación. En esta ocasión me atrevo, con esa licencia, a asomarme a la letra de una famosa canción del cantautor Silvio Rodríguez, La maza, sobre la que intento ofrecer, una vez más, una posible lectura filosófica.
La crítica de Dostoievski a la cultura occidental (III de III)
Héctor J. Ibáñez Durá
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Frente a la visión planteada por ¿Qué hacer?, calificada habitualmente de «utópica», se alza Dostoievski, a quien, recién llegado de Siberia, todo lo anterior sonaba a befa. Su experiencia con toda clase de presos, desde criminales impenitentes, hasta cleptómanos irreparables, pasando por mercenarios deshumanizados, instigadores políticos, etc., le hizo advertir la profunda complejidad del alma humana, a menudo contradictoria. ¿Cómo era posible –se preguntaba– que aquella turba de los peores delincuentes del país fuese en ocasiones capaz de mostrar la mayor clemencia y benevolencia entre sus compañeros presos?
La persistencia del eje político izquierda-derecha (2/4)
Javier Jurado
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El eje político izquierda-derecha se resiste a abandonar el ascendiente que tiene en la comprensión de las ideologías políticas, incluso en nuestros días donde desde tantos frentes se habla sin demasiado éxito de su superación. De los muchos enfoques posibles, esto puede analizarse con una mirada naturalista que ya comenzamos en una entrada anterior donde bautizamos como equilibrio Dobzhansky a aquél establecido entre la llamada Tendencia a la Competición y al Dominio (TCyD) y la Tendencia a la Protección y a la Conservación (TPyC). Este esquema del mundo biológico podría servir para interpretar el mundo cultural del comportamiento humano, en particular en su dimensión política, y sobre todo en su formulación ideológica.
En esa primera entrada analizamos de forma enormemente sucinta la presencia de este equilibrio en las primeras sociedades humanas y de la antigüedad. En esta segunda, alcanzamos el período de la Modernidad iniciado en el Renacimiento cuando el equilibrio Dobzhasky existente hasta entonces comenzó a verse alterado: nos asomaremos a la primera versión de la dicotomía izquierda-derecha que, como suele admitirse, aconteció en la época de la Revolución Francesa. A partir de aquí, los acontecimientos se aceleraron en el siglo XIX con la aparición de nuevos equilibrios Dobzhansky configurando la concepción heredada de este eje político.
Análisis económico para una teoría de la justicia (II)
Jesús M. Morote
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En la primera entrega de este artículo habíamos dejado la cuestión comparando las curvas de indiferencia de dos individuos y mostrando que, según la adhesión emocional de cada uno de ellos a diferentes esquemas de valores éticos, y sus consiguientes diferentes inclinaciones en sus curvas de indiferencia, no hay posibilidad de encontrar un punto de equilibrio satisfactorio para ambos a la vez.

El todopoderoso Leviatán que dicta justicia