Jesús M. Morote
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En la primera entrega de este artículo habíamos dejado la cuestión comparando las curvas de indiferencia de dos individuos y mostrando que, según la adhesión emocional de cada uno de ellos a diferentes esquemas de valores éticos, y sus consiguientes diferentes inclinaciones en sus curvas de indiferencia, no hay posibilidad de encontrar un punto de equilibrio satisfactorio para ambos a la vez.

El todopoderoso Leviatán que dicta justicia