Javier Jurado
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Decía Ortega y Gasset que «La definición del hombre es el motor de las variaciones históricas«. Sin duda, la imagen del hombre determina cada época, y es el nudo gordiano de toda filosofía política e ideología. Entre los problemas de la antropología filosófica destaca un dilema histórico: ¿Es el hombre bueno o malo por naturaleza? Inclinar la respuesta en uno u otro sentido tiene enormes consecuencias para idear y construir cualquier sistema político y social. Pero como no hay filosofía auténtica que pueda permitirse el lujo de obviar las aportaciones de la ciencia, cabe darle una pensada a las recientes teorías sobre la agresividad en la historia evolutiva del Homo Sapiens.









cierta incomodidad ante la reduccionista denominación de “ciencias sociales y jurídicas” debido al sesgo hacia las metodologías científicas que dicho nombre presupone en el análisis de las materias abordadas. Las verdades del arte o de la historia han quedado relegadas al plano de lo subjetivo, de lo incierto. Las ciencias sociales están aquejadas de dicha vorágine cientificista. Sin embargo, encuentran problemas para la aplicación de esquemas hipotético-deductivos tales como la mutabilidad de su objeto o que el sujeto observador forma parte de la realidad observada. A las ciencias sociales les interesan cuestiones como el dilema subjetividad-objetividad, el peso de lo ideológico, la ética o la apertura del lenguaje, que requieren ir más allá del método científico.