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Acerca de jajugon

Javier Jurado González es Ingeniero superior de Telecomunicación por la Universidad Politécnica de Madrid, licenciado en Filosofía por la UNED y Doctor en Economía también por la UNED. Actualmente ejerce como ingeniero en una empresa de Telecomunicaciones y es profesor de Pensamiento Crítico en la Universidad Pontificia Comillas, en la escuela ICAI.

Filosofa, ingeniero. La distancia.

Javier Jurado

Artículo publicado en la revista BIT del COIT en el número 178, diciembre de 2009

La etimología de nuestra profesión [Ingeniero de Telecomunicación] nos conduce nuevamente a una reflexión filosófica. Dejando a un lado el ingenio que nos bautiza, la telecomunicación nos refiere rápidamente a dos realidades: empezando por el final, la de comunicar, que es hacer a otro partícipe de lo que uno tiene y para ello es extenderse, propagarse (RAE). Y esta acepción de comunicar nos lleva a la primera realidad, la tele-, la distancia, que el ingeniero se empeña en reducir.

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Despierta de Ismael Serrano: Una lectura filosófica

Javier Jurado

En estos tiempos postmodernos, filosofía y poesía van unidas de la mano en su capacidad para evocar sentimientos, estimular proyectos, invitar a la reflexión, movilizar a la acción,… y para despertar a una realidad inadvertida. La poesía desempeña un rol indudablemente más estético, y juega con metáforas e imágenes menos pendiente de la rigurosidad de su discurso. La filosofía, por su parte, es heredera de la pretensión de verdad que la alumbró, y que aún le obliga a cumplir con ciertas formas de racionalidad, guardando cierta coherencia interna. Pero ambas echan mano la una de la otra para alumbrarnos, aunque sea desde cierta ambigüedad, pues incluso en esta época postmetafísica sigue siendo cierto que, como decía hace poco Antonio Lucas, narrar es la forma más primitiva de alumbrarnos después del fuego.

En las letras de sus canciones, el cantautor Ismael Serrano bebe, indudablemente, de una constelación de fuentes literarias y filosóficas que se distribuyen en torno a la que Habermas llamó izquierda hegeliana. Y son muchas las canciones de su repertorio en las que poesía y filosofía – anudadas por la estética de la música – caminan de la mano, intercalando entre imágenes y figuras literarias, ideas de arraigada tradición. Pero he querido, en esta ocasión, extraer este maridaje a propósito de la canción Despierta, que el madrileño, vallecano para más señas, publicó en su disco Todo empieza y todo acaba en ti. Sin duda la interpretación que aquí ofrezco es subjetiva. Así que discúlpeseme si introduzco lecturas que no estaban en el original, y obvio otras que sí lo estaban. Éstas son las que fundamentalmente yo obtuve.

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La actualidad de «Ciencia y técnica como ideología» de J. Habermas

Javier Jurado

Ha pasado casi medio siglo desde que J. Habermas escribiera «Ciencia y técnica como ideología«. Era 1968, y el ruido de los movimientos estudiantiles de aquellos años convulsos acompañaba la gestación de esta breve pero potente obra. Sin embargo, a pesar de este medio siglo, hoy, en medio del ruido de los llamados movimientos sociales, este texto retiene gran parte de fuerza ante el discurso de la inevitabilidad de las supuestamente neutrales medidas técnicas en política y economía. Ciencia y técnica como ideología al servicio del poder se sostuvieron sólo mientras “el programa sustitutorio de las compensaciones sociales” típico del Estado del bienestar fue capaz de comprar la paz social. Si en Mayo del 68 los estudiantes pedían otra cosa, hoy contemplamos la resistencia de quienes se enfrentan a los que cuestionan la viabilidad del Estado del bienestar, prolongando esa misma conciencia tecnocrática.

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¿Ha matado la ciencia a la filosofía?

Javier Jurado

Hace poco, el diario El País lanzaba un debate titulado «¿Ha matado la ciencia a la filosofía?» en el que tanto Javier Sampedro como Adela Cortina recogían dos artículos breves sosteniendo una postura en defensa de la filosofía, cada uno desde su perspectiva.

El de Cortina abogaba por una cooperación fecunda entre ciencia y filosofía, y comenzaba diciendo:

“La filosofía es un saber que se ha ocupado secularmente de cuestiones radicales, cuyas respuestas se encuentran situadas más allá del ámbito de la experimentación científica. El sentido de la vida y de la muerte, la estructura de la realidad, por qué hablamos de igualdad entre los seres humanos cuando biológicamente somos diferentes, qué razones existen para defender derechos humanos, cómo es posible la libertad, en qué consiste una vida feliz, si es un deber moral respetar a otros aunque de ello no se siga ninguna ganancia individual o grupal, qué es lo justo y no sólo lo conveniente.”

¿Es este reducto suficiente para la supervivencia de la filosofía? ¿Podemos afirmar que la ciencia no está preocupantemente para la filosofía arañando también estos espacios? Lanzo el guante desde la posibilidad de un reduccionismo científico en búsqueda de argumentos potentes que lo rechacen.

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A propósito de «¿Dónde está la gran filosofía?»

Javier Jurado

Hace un par de años, Javier Gomá se preguntaba ¿Dónde  está la gran filosofía? en un artículo de lectura muy recomendable. Tres interrogantes sobre él:

1. Si es cierto que «en la abrumadora mayoría de los casos, la gran filosofía, pensadora del ideal en cuanto al contenido, suele ir aparejada a un gran estilo en cuanto a la forma«, ¿no será cómplice de su ausencia el barroquismo académico? ¿no será que la filosofía ha traicionado esa voluntad de mediodía que decía Ortega que estimulaba al filósofo auténtico, esa claridad y sencillez en el lenguaje, inmune a la acusación de simpleza y casi siempre merecedora de la de elegancia? ¿no será que por el afán de la innovación, por decir algo nuevo que no esté dicho ya, el filósofo se rodea con demasiada frecuencia de un halo de oscuridad lingüística para nutrir las apariencias?

2. Si es cierto que «la filosofía contemporánea ha desertado de su misión de proponer un ideal a la sociedad de su tiempo«, ¿no será porque sufre un cierto ninguneo como escarmiento por que algunos de sus filósofos auparan extremismos y totalitarismos en el pasado, aunque fueran utilizados sólo como coartada? ¿No será que muchos se llenaron la boca de grandes promesas filosóficas que nunca llegaron, y que han minado su credibilidad? ¿o será porque la filosofía se ha visto vencida por un sistema hedonista y de consumo tecnificado que anestesia toda conciencia crítica y la arrincona, haciendo de todo intento de ideal una necesaria ideología en la época del ocaso de las mismas? ¿será, quizá, porque la filosofía no atiende a la maximización inmediata del beneficio en el constante proceso de optimización de nuestro tiempo disponible? ¿o será por una mezcla de todas estas cosas?

3. Si es verdad que «En ausencia de gran filosofía, lo que con el nombre de filosofía encontramos en estos últimos treinta años se compone de una variedad de formas menores», ¿añora Gomá un retorno imposible de los grandes relatos, pues la postmodernidad ha apuntalado – entre tanta deconstrucción – un punto de no retorno? ¿o vivimos un tiempo de valle filosófico, como sucediera en tiempos del helenismo, a la espera del retorno de un nuevo discurso sobre la ultramodernidad como requiere J. A. Marina, como si a veces fuera necesario dar un paso atrás para tomar carrerilla?

Incapacidad para ser feliz

Javier Jurado

Hace poco, a propósito de la asignatura de la Religión Católica, el BOE nos anunciaba esto:

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¿Es antihumanista afirmar la incapacidad del hombre para alcanzar por sí mismo la felicidad? Creo que cabe una lectura filosófica que contextualice esta polémica frase.

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Crítica al discurso ideológico de la ciencia privada

Javier Jurado

En esta breve exposición pretendo hacer una crítica al discurso elaborado en el capítulo “La democratización de la ciencia y la urbanización de los espacios vectoriales” de la obra Ciencia pública, ciencia privada del profesor J. Zamora Bonilla.

Ciencia pública – Ciencia privada – J. Zamora Bonilla

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