Javier Jurado
El vuelo de la lechuza con la que Hegel nos caracterizaba a la filosofía se realizaba al atardecer, con la caída del sol, cuando todo parecía haber sucedido ya. La reflexión filosófica parece que sobrevuela siempre tarde, y se halla más en las meditación sobre lo acontecido que en inspirar a la acción sobre lo más acuciante. Y sin duda, el tiempo es necesario para sosegar y reposar el peso de los hechos y la jerarquía de interpretaciones y descubrir principios universales a los que la filosofía siempre aspira. Pero no hay filosofía en sí, sino personas que filosofan, y éstas se enfrentan cada día a realidades desafiantes que, como también pretende la filosofía, les hacen despertar de sus respectivos sueños dogmáticos, de sus comodidades, de sus indiferencias, y que como no puede ser menos, llevan en su seno realidades más profundas que conviene desmenuzar, para actuar éticamente y con justicia. En este sentido, la desbordante ola migratoria de refugiados que clama a nuestras puertas hoy puede demandar, entre otras muchas cosas, varias reflexiones desde la filosofía.

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