Tasia Aránguez
Un argumento que siempre se ha esgrimido contra la idea de una democracia directa ha sido el de su imposibilidad. Quienes adoptan dicha posición señalan las grandes proporciones de los Estados contemporáneos. Sin embargo hoy en día internet hace técnicamente posible la comunicación de grandes grupos de personas, aunque sean millones y vivan lejos unas de otras. ¿Internet podría hacer posible la utopía de una democracia horizontal, sin jerarquías ni representaciones, en un territorio tan amplio como el español? La red podría ser una inmensa asamblea, un ágora global.
La democracia directa, pura, basada en la asamblea, sin representantes de ningún tipo, ni necesidad de niveles territoriales, solo ha podido darse históricamente en espacios geográficos muy reducidos. Cuando se han dado democracias directas en ámbitos territoriales mayores al ámbito local ha tenido que renunciarse a la pureza del modelo, introduciéndose la representación en asambleas regionales e inter-regionales. Sin perjuicio del grado de horizontalidad alcanzado en dichas experiencias, eliminar la representación completamente es el ideal auténtico de la democracia directa.
Gracias a internet hoy sería posible que toda la ciudadanía participase en un par de referéndums diarios, tomando parte en la aprobación de cada norma y de cada decisión, desde las locales hasta las estatales. Hemos de conceder que se generaría mucha participación, pero podríamos preguntarnos ¿cuál sería la calidad de esa participación? Un grado tan elevado de participación sería difícilmente compatible con una democracia deliberativa en la que la ciudadanía estuviera informada de los asuntos que se discuten.
Adoptando una postura aún más pesimista podríamos objetar que internet es un medio fragmentario, que no fomenta los vínculos estables ni las responsabilidades, que no fomenta el compromiso sólido con proyectos ideológicos y que no posibilita un debate profundo y pausado. Internet podría verse como un territorio de culto al presente, de imágenes rápidas y pensamientos breves, con escasos discursos coherentes y, en definitiva, poco compatible con la deliberación democrática.
Dentro de la visión optimista de internet, Velasco sostiene que internet puede recuperar el espacio público que se había perdido con la televisión. Con la televisión las noticias se convierten en entretenimiento. En opinión de este autor, los debates genuinos han desaparecido incluso en los parlamentos y la cultura de masas fomenta la transformación de eslóganes en verdades incontestables, por la fuerza de la repetición publicitaria y no por su capacidad argumentativa. En los periodos electorales se utiliza abundante publicidad de tipo comercial, y la actividad ordinaria de la oratoria parlamentaria también busca deslumbrar a las personas espectadoras. El monólogo sustituye al diálogo, la propaganda sustituye al debate y usualmente se utiliza deliberadamente la mentira.
Internet, en opinión de Velasco, puede ser la vía para devolver el debate a nuestra sociedad pues revoca el tópico de que en las sociedades de masas solo cabe la democracia representativa. Ahora la ciudadanía puede participar, no solo eligiendo a sus representantes, sino también aprobando leyes. Las democracias pueden ser ahora realmente directas y sin jerarquías.
Martí, en una postura menos entusiasta con respecto a las posibilidades de internet, destaca que ciertamente el presupuesto que gastamos en España en mantener las estructuras representativas podría cubrir el coste de proporcionar a cada persona un teléfono móvil con el que cada día podría participar en una votación para aprobar o rechazar leyes. Podría pronunciarse sobre las leyes nacionales, autonómicas y los acuerdos y ordenanzas municipales. En total, unas 200 decisiones anuales, que equivalen a una consulta diaria restando fines de semana y festivos. Sin embargo, la participación que se lograría sería de baja calidad porque la ciudadanía no estaría suficientemente informada sobre los variados temas en los que tendrían que decidir, sería fácil tomar decisiones erróneas en este modelo. Por ello, si bien la democracia directa es físicamente posible, hay que estudiar las vías que permitan que internet sea la herramienta de una participación de calidad, que permita a la ciudadanía participar si lo desea, con tiempo suficiente para informarse de los temas debatidos. Hay que generar espacios de participación que fomenten la deliberación y la reflexión.
Lozada, en una postura pesimista con internet, critica la desigualdad de acceso y la asimetría de las fuentes de información (brecha digital) que genera una ruptura de la sociedad entre quienes tienen internet y quienes no tienen. Además de ello destaca que internet no supone una educación sustitutiva a la escuela ni una inserción en el espacio urbano; lo que permite que la red sirva como herramienta formativa o democrática es la formación previa que ya posee la persona que se acerca a internet.
Esta autora destaca como rasgo negativo de internet que es un terreno lleno de “apariencias”. Se genera la apariencia de identidad, de responsabilidad, de sujeto concreto; pero en realidad lo que hay es ocultamiento, se utilizan usualmente apelativos y pocas veces nombre y apellidos; se desconocen la edad, muchas veces el género, el nivel socioeconómico, el nivel educativo, la pertenencia institucional, etc. Esto propicia la libertad de opinión, pero a costa del verdadero compromiso, así:
«no se trata del modelo ilustrado de espacio público, lugar de formación de opinión de un público soberano y autónomo. La opinión pública se expresa en los sondeos, chats, foros y conexiones virtuales rápidas y efímeras, agregado de opiniones e intercambios puntuales y privados, expresión de la fragmentación y velocidad del culto al presente de individuos con vínculos cada vez más escasos con espacios de confrontación de proyectos ideológicos-políticos, y por ende de compromisos vitales de sujetos individuales y colectivos».
Por lo expuesto, para Lozada la red no es un lugar propicio para la deliberación pública, la confrontación de argumentos y el examen crítico de las pretensiones de validez intersubjetiva. No es, en definitiva, un lugar adecuado para la democracia.
Entre estas tres posiciones del debate, me considero más cercana a la de Martí. Creo que internet es una herramienta que ofrece múltiples posibilidades, pero que no todas ellas conllevan una mejora para la democracia. Considero que merece la pena estudiar las posibilidades que ofrece internet para aumentar la participación democrática, acercándonos al ideal de democracia directa. En cualquier caso, la elección de un determinado programa informático condicionará el grado de riqueza de la deliberación.
Algunas variantes de participación democrática en red
En el transcurso de una manifestación del movimiento 15M en Madrid tuve ocasión de entrevistar a distintas personas acerca de sus propuestas para mejorar la democracia. Fue especialmente interesante la entrevista realizada a Víctor Calatayud, representante de estudiantes de ETSIIT de Granada (Escuela Técnica Superior de Ingenierías Informática y de Telecomunicación). Víctor Calatayud me explicó los conceptos de democracia líquida, feed-back, 2.0 y 4.0.
Un ejemplo de democracia “feed-back” (retroalimentación) sería el de un programa diseñado para un ámbito geográfico semejante al Estado español, consistente en que cualquier persona pudiera subir a la red una propuesta argumentada que se enviaría automáticamente a un número determinado de personas al azar. Dichas personas podrían ignorar la propuesta, votar a favor o introducir una variante o matización, que se añadiría al “hilo” de la propuesta. Cada voto a favor o respuesta introducida provocaría que la propuesta se volviese a enviar de modo automático a un número determinado de personas y, de vez en cuando a la persona iniciadora de la propuesta, para que pudiese defender su propuesta en el debate. De este modo, las propuestas con más respaldo ciudadano irían creciendo exponencialmente y generando un debate activo en la red, sin por ello desbordar a toda la ciudadanía con un cúmulo excesivo de cuestiones sobre las que opinar. Cuando una propuesta alcanzase un grado amplio de difusión podrían promoverse votaciones respecto de la misma. Toda la ciudadanía podría formular propuestas al resto de personas y, si una propuesta no recibiese la atención esperada, podría ser reformulada y enviada por la misma persona hasta que su propuesta comenzase a captar interés.
Otro ejemplo de este tipo es el de un programa diseñado para un ámbito geográfico reducido (como un municipio) consistente en que la ciudadanía exponga sus argumentos sobre una cuestión muy específica determinada previamente. Tras el desarrollo de un debate, las personas organizadoras elaboran varios discursos a partir de los argumentos expuestos, con argumentos a favor, en contra o con una posición intermedia. Por último toda la ciudadanía vota la solución escogida, añadiendo junto al voto una escueta alusión a argumentos esgrimidos en el debate.
La “democracia 2.0” consiste en la posibilidad de votar a través de internet, al igual que actualmente se vota por correo o presencialmente. Actualmente hay mecanismos de seguridad que permitirían la realización de este tipo de sufragio en condiciones equivalentes a las de los mecanismos “físicos”. La facilidad que internet proporciona para la participación haría viable la realización de un número de consultas muy superior al actual.
Esto nos conduciría a un modelo de “democracia 4.0”, considerablemente más participativo que el modelo actual. Para aumentar la participación sin agobiar a la ciudadanía con un número muy elevado de referéndums se han propuesto fórmulas mixtas en las que las decisiones serían aprobadas por el Congreso, pero incluyendo en el recuento de votos, de forma proporcionada, a los votos de las personas que voluntariamente decidiesen votar por internet sobre determinada norma. Cuantas más personas votasen por internet, más escaños “virtuales” ocuparía la ciudadanía en el Congreso, pues se vería reducido proporcionalmente, el peso del voto de las personas representantes.
La denominada “democracia líquida” es un modelo complejo que combina la democracia directa (quien quiera puede votar directamente), con la democracia representativa (quien lo desee puede votar una decisión a través de representantes). Lo interesante es que la representación podría designarse para materias específicas. Por ejemplo, la representante virtual X, activista de una ONG que lucha por el medio ambiente, podría representar a 100.000 personas en los asuntos relacionados con la ecología. En este modelo, las personas podrían recuperar en cualquier momento su voto directo, derogando la representación.
Estos ejemplos que he puesto no constituyen una lista exhaustiva. Cabría imaginar muchos otros modelos posibles y, de plantearse seriamente poner uno de ellos en práctica, habría que analizar con detenimiento los posibles efectos indeseables que podrían conllevar, así como sus ventajas para el incremento de la participación ciudadana. Algunas de estas vías me parecen interesantes y creo que merecerían un estudio pormenorizado y una reflexión pausada.
J.L. Martí: “Alguna precisión sobre las nuevas tecnologías y la democracia deliberativa y participativa”.
J. C. Velasco Arroyo: “Acerca de la democracia deliberativa. Fundamentos teóricos y propuestas prácticas”.
M. Lozada: “Política en red y democracia virtual: la cuestión de lo público”.
Saludos…
Aunque es cierto que sería tecnicamente viable, quizá habría que implementar medidas de seguridad extremas como indican algunos. Se podrían dar casos de haqueo de votos.
Pero si se solucionaran esos casos seguiríamos teniendo el preoblema de la escasa información y de el exceso de propuestas.
Yo creo que ambos problemas se solucionarían si vivieramos en una sociedad más razonable, con menos prisas. Yo creo que es absolútamente absurdo que se tomen más de 200 decisiones en el parlamento. Creo, de hecho que habría que simplificar el corpus legislativo.
Si se tomaran unas 20 decisiones al año se podría informar sobre ellas, mas de dos semanas por decisión… Igual que se puede emitir el voto se puede enviar la información a tod@s.
Podría haber una cámara de representantes solo para fiscalizar la acción del ejecutivo, mientras el legslativo recaería en toda la población que votaría 20 propuestas anuales que salieran de esa cámara y aquellas que la gente quisiera proponer mediante iniciativas legislativas que contaran con al menos 500.000 firmas… puede que eso subiera la cifra a unas 30 propuestas anuales.
Para las cuestiones urgentes está el ejecutivo, siempre y cuando las decisiones del mismo puedan ser revocadas por el legislativo a posteriori.
Si esto lo combináramos con una administración local de carácter asambleario, excepto localidades muy grandes, donde se podría clonar el modelo anterior, nos acercaríamos a un modelo mínimamente interesante, más cercano al modelo ideal libertario.
Aún así me parecería insuficiente, pero dada la gandulería del personal, el seguidismo… puede que este fuera un modelo intermedio aceptable para mi, al menos temporalmente…
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Me identifico con la opinión expresada por Hugo, yo no podría expresarlo mejor.
Cuando todavía no he terminado de digerir el artículo sobre la ideología de jajugon, que posiblemente hay mucho de verdad en la anteojera que supone la ideología ante la complejidad de la realidad humana y social que quiere abordar, yo no concibo una democracia radical, horizontal, (lo otro es solo una burda pantomima), sin una ideología crítica con el poder, con toda forma de concentración de poder, que alimente una voluntad de aventura, de probar algo radicalmente distinto. Porque lo que importa es que los recursos del planeta se exploten y se redistribuyan de una manera racional, sin dejar a ningún ser humano fuera. Esto es ideología pura, ósea simplificación, que me lleva a decir que la cuestión principal no es como diseñar un sistema de votación directa, sino delimitar e identificar qué es lo que está impidiendo un uso racional de la tecnología que permita a todos y cada uno de los humanos tener acceso a lo materialmente más básico y necesario para la existencia, sin que tengamos que pisotearnos los unos a los otros en una absurda carrera entre ganadores y perdedores…. Sigo con la ideología !
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Buen texto.
Yo estoy más próximo a la postura de Mireya Lozada, aunque aún tengo que leer su artículo para saber si hacemos hincapié en los mismos puntos. Por ahora, mi objeción luddita a las posturas optimistas e intermedias vendría a decir algo así: donde hay altas tecnologías como Internet hay concentración de poder, de capitales y de conocimiento (es decir, verticalidad), y donde hay concentración no puede haber autogestión (es decir, horizontalidad), o muy poca, y por lo tanto no puede haber democracia, o muy poca. La alta tecnología ha tendido, tiende y tenderá al monopolio. «La democracia», decía Huxley, «difícilmente puede florecer en sociedades donde el poder político y económico se concentra y centraliza progresivamente. Y he aquí que el progreso de la tecnología ha llevado y sigue llevando todavía a esa concentración y centralización del poder».
En otras palabras, Internet, al igual que la televisión o la radio antes que ella, no alentará aquellos cambios que cuestionen los fundamentos mismos de Internet, fundamentos tales como la creciente dependencia tecnológica, la alienación o alejamiento de las verdaderas fuentes de poder y de revolución (armas, tierras, etc.) y la lucha capitalista por los recursos minerales y las «tierras raras» que sustentan dicha tecnología. El objetivo principal de toda institución es ocultar al público sus desventajas inherentes, sus puntos ciegos, así como sus inductores, sus verdaderos beneficiarios. El entramado técnico y material que hace posible la existencia de la Red es tan complejo y especializado que siempre estará en unas pocas manos, estadísticamente de color blanco, las cuales tenderán a permitir nuestra libre expresión solo hasta el punto de que no interfiera seriamente en sus negocios. Mientras unos pocos tengan las tecnologías, las armas y las tierras, cualquier ley que nosotros llegáramos a promulgar iría irónicamente en la misma dirección que ellos consideraran compatible con sus intereses de clase, como si de un filtro previo se tratara. Las cartas están marcadas. O como se suele decir, si el voto sirviera para algo importante, ya lo habrían prohibido.
En fin, creo que me has abierto el apetito, Tasia! A ver si un día de estos saco tiempo para ir a la biblioteca y desarrollo mejor mi tesis. Y la publico en Internet 😛
Mientras tanto, os copio un pequeño fragmento de un libro de Jerry Mander. Es sobre la tecnología de la televisión, más unilateral que Internet, ciertamente, pero al fin y al cabo son primas hermanas:
«La izquierda tiene la misma opinión de la tecnología que las sociedades anónimas, los futuristas y la derecha. Todos ellos proclaman que la tecnología es neutral. Que no tiene matices políticos intrínsecos, ni consecuencias sociales y medioambientales inevitables. Lo importante, según este punto de vista, es quién controla la tecnología (…) Como vamos a ver, la idea de que la tecnología es neutral no es neutral en sí misma: satisface directamente los intereses de quienes se benefician de nuestra incapacidad de ver en qué dirección avanza el monstruo. Yo no advertí el problema hasta los años sesenta. Entonces empecé a darme cuenta de lo entusiasmada que estaba nuestra sociedad con las supuestas posibilidades de la televisión. Los activistas la enfocaron como todos los demás, de forma oportunista, y empezaron a competir con otros sectores sociales por sus veinte segundos en los noticiarios. Se libró una especie de guerra por el acceso a este nuevo medio poderoso que transmitía imágenes parlantes a la mente de toda la población, pero el resultado estaba predeterminado. Deberíamos haber comprendido que las consecuencias inevitables eran que la tecnología televisiva estaría controlada por las sociedades anónimas, el gobierno y las fuerzas armadas. Teniendo en cuenta su escala geográfica, su costo, el asombroso poder de sus imágenes y su capacidad de homogeneizar ideas, comportamientos y culturas, las grandes sociedades vieron en la televisión un medio sumamente eficaz para implantar una forma de vida que satisfacía (y aún satisface) sus intereses. Y en momentos de crisis nacional, el gobierno y el alto mando militar consideran la televisión el instrumento ideal para el control centralizado de la información y el conocimiento. Mientras tanto, todos los demás aspirantes al control del medio se quedan en el camino.»
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Los que tenemos cierta relación con la llamada «seguridad informática», tendemos a ser muy críticos con eso del voto electrónico, porque podría ser manipulable si las cosas no se hacen bien. Ya hubo un intento de hacer algo así en España hace unos cuantos años, creo que Indra ganó el concurso. No sé en qué quedó exactamente pero tengo un vago recuerdo de que fue lamentable.
El caso es que hace unos meses, me encontré una situación curiosa en un foro de Internet: una persona, que decía ser de un país de la antigua URSS (no recuerdo cuál), mencionaba algo acerca del voto electrónico en su país, y un informático le hablaba de lo peligroso que es, de las manipulaciones, de la inseguridad en general de este tipo de sistemas, y, en resumidas cuentas, le intentaba convencer de que su país estaba obrando muy mal al permitir tal charada de democracia…
Entonces el primero le explicó al otro que en su país el voto electrónico no era inseguro. Que lo inseguro era ir a las urnas y arriesgarte a terminar con un brazo roto, o tirado en una cuneta, por no votar a quien te ordena el cacique de turno. Que internet les había dado una democracia real. Bueno, tan real como la nuestra, supongo.
Vivir para ver.
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