Tasia Aránguez
Martha Nussbaum, en su obra Justicia Poética señala que se ha producido un enfrentamiento entre dos modelos de racionalidad que ha afectado a distintas esferas de conocimiento; entre ellas, la esfera jurídica. Según la autora, la concepción humanista y estética se ha enfrentado a duras críticas por parte del utilitarismo liberal del movimiento de teoría del derecho Law and Economics. El humanismo estético, por una parte, y el utilitarismo economicista, por otra, ofrecen modelos de racionalidad contrapuestos.
Law and Economics presume de ofrecer una explicación coherente del comportamiento humano mediante las llamadas “teorías de la elección racional”. Nussbaum critica los efectos reduccionistas de estas explicaciones economicistas del comportamiento humano.
Una muestra del reduccionismo, que la autora critica, de los modelos utilitaristas de la elección racional es que establecen una sola cosa (por ejemplo, el lucro económico) que varía en la cantidad y que mide el bienestar de todos los seres humanos. En otras ocasiones se establecen muchas cosas valiosas pero un solo tipo de medición que puede dar cuenta de ellas, de modo que la felicidad humana es considerada un concepto mensurable. Los individuos son desposeídos de su historia vital, de sus circunstancias y sucesos, pues a la medición utilitarista sólo le importa el dato seleccionado (por ejemplo, el nivel de renta).
El modelo supone que la racionalidad consiste en la búsqueda, tanto por parte del individuo como de la sociedad, de la mayor cantidad posible de un mismo bien valioso (por ejemplo, dinero o placer). Además, las preferencias no se consideran fruto de la opción personal, sino algo dado, fruto de la economía. Para este modelo todos buscamos lo mismo y la economía puede predecir cómo nos comportaremos. Aquellos que no se comportan de un modo que encaje en el modelo son tachados de irracionales.

J. Bentham
Sin embargo, destaca la pensadora, el utilitarismo clásico de Bentham y Sidgwick, a diferencia de las teorías contemporáneas de la elección racional, tenían un profundo interés transformador en el logro de la felicidad de todos los seres humanos. Los utilitaristas clásicos enfatizaban el igual valor de las personas. Ellos querían maximizar la felicidad humana en una suma total, de modo que para una cómoda persona de clase media el utilitarismo suponía mayores dosis de altruismo que para personas más desfavorecidas. Dada su preocupación altruista el utilitarismo clásico tuvo un papel fundamental en los cambios legislativos que permitieron el paso del Estado liberal al Estado social, introduciéndose en la legislación garantías elementales para la dignidad de la vida de los niños y adultos obreros.
La teoría utilitarista clásica requiere que cada uno de nosotros nos consideremos como uno más entre todos los seres humanos del mundo, y que no demos preferencia a nuestros amigos y familiares, ni a nuestras metas y proyectos personales. Además, los utilitaristas clásicos no sugerían que las personas se comportasen normalmente de este modo altruista; lo que sugerían era que dicho comportamiento es objetivamente el más racional para el logro de la felicidad global.
Los teóricos contemporáneos de Law and Economics, lejos de estas tesis solidarias, sostienen que las personas se suelen comportar de un modo racional que consiste en maximizar su interés individual. Si el altruismo tiene alguna cabida en el modelo, esta es meramente instrumental: maximizar mi propia utilidad o satisfacer mis preferencias. Las elecciones altruistas, consideradas para los clásicos paradigmáticas de lo racional, son consideradas irracionales por los contemporáneos.
El reduccionismo explicativo del utilitarismo, incluso en su versión más amable, tiene, según la autora, efectos perniciosos sobre la vida personal y sobre la conducta del teórico utilitarista del derecho. Nussbaum ilustra ese reduccionismo con un artículo de prensa en el que se habla de los regalos de navidad razonando que los regalos en mercaderías son menos eficientes que los regalos en efectivo, y que esta práctica genera cuatro millones de pérdidas al año.
El utilitarismo se presenta a sí mismo como una teoría que ofrece datos objetivos, y no fantasías subjetivas; precisión de cálculo en lugar de caóticas distinciones cualitativas; razones y no sentimientos; distancia de un intelecto matemático y no deliberación argumentada y comprometida. El utilitarismo aspira a tomar las decisiones jurídicas mediante medición y ponderación aritmética. Elimina las diferencias cualitativas de los seres humanos para hacerlos encajar en fórmulas. Crea una versión abstracta de las personas que transforma a los obreros en manos y estómagos cuyos destinos pueden calcularse en una pizarra. La sociedad se concibe como un solo gran sistema que fusiona las preferencias de los individuos-números y las convierte en una función matemática.
Dicha corriente presume de aportar una solución pulcra y precisa para todo problema humano. Ordena de forma tabular los datos que considera relevantes e ignora el interior de cada ser humano, con sus luchas, sus dudas, sus emociones, sus esfuerzos de comprensión y su miedo. Dice Nussbaum, tajante, “si no distinguen en sus descripciones entre una vida humana y una máquina, cabe desconfiar de su pretensión de gobernar una nación de seres humanos” .
En mi opinión la crítica más poderosa que realiza la autora es la de que las teorías economicistas antisentimentales sostienen que los seres humanos actúan siempre movidos por el interés personal, sin motivaciones de amor y altruismo. Así, sostiene Nussbaum, para que todo encaje en la teoría, niegan los actos genuinamente altruistas y fuerzan la interpretación de los mismos para reducirlos a cálculos interesados. Toda la vida, desde el nacimiento hasta la muerte, se analiza toscamente en términos de transacciones. Todo ello da lugar a un análisis de las personas que, si no de erróneo, puede calificarse de brutal y deprimente. Esta concepción brutal de la humanidad es peligrosa para la formación de los juristas, pues da lugar a jueces y abogados igualmente brutales, educados en la falta de empatía y en la persecución exclusiva del propio interés y del lucro.
La visión utilitarista del ser humano, continúa la autora, no solo es perniciosa desde un punto de vista ético, sino también corta de miras desde un punto de vista analítico. Un individuo adinerado puede creer erróneamente que los pobres tienen las mismas aspiraciones que él tiene, que quisieran consumir los mismos platos exquisitos que a él le gustan, en una cuchara de oro. Pero tal vez esas personas, que no tienen cubiertas sus necesidades básicas, no ven esos lujos ni siquiera en sus fantasías. Tal vez el teórico utilitarista, encerrado en su propia individualidad inevitable, ignora el modo en que la desdicha condiciona los sueños de los que son más desdichados que él; tal vez es incapaz de imaginar el modo concreto en que la sociedad configura, en vidas muy distintas, la formación del deseo y las aspiraciones. Tampoco comprenderá por qué otros soportan lo que él considera intolerable, sin entender cómo la tristeza cercena la rebeldía. Aunque el utilitarismo clásico se preocupa por el dolor de las personas, resulta difícil comprender el dolor si no se lo sitúa en un contexto social específico y en una vida concreta.
La mirada del utilitarismo economicista está limitada por el objetivo de buscar determinados datos específicos que pueda introducir en su esquema. Quiere eludir el sentimentalismo y por ello usa un lenguaje distante, contundente, que pretende ser realista e imparcial, de una simplicidad sintáctica que puede llegar a la dureza.
Frente a este modelo la autora propone el retorno a las humanidades y la revalorización de la imaginación literaria en el campo del derecho. Las narraciones presentes en la literatura, en opinión de Nussbaum , nos permiten imaginar los modos concretos en que personas diferentes a nosotros afrontan sus desventajas. La imaginación literaria puede ser el complemento valioso para la acción ética, pues una ética puramente racional basada en el principio de respeto de la dignidad humana, no logrará comprometer a personas reales a menos que logre despertar emociones motivadoras.
Nussbaum considera que participar imaginariamente de la vida de otros (desarrollar la empatía) es necesario para actuar de modo ético. Las emociones son un motor necesario para la acción. Proyectarnos en vidas ajenas nos permite reconocer la universalidad de la dignidad humana, experimentar la noción de la vida humana como fin en sí mismo.
La literatura se resiste al modelo economicista que atrapa las vidas en tablas y esquemas, en este sentido la literatura expresa un sentido normativo de la vida, que alienta a resistirse a las categorías cerradas y a abrirse a la aventura. La aventura consiste en ponerse en el lugar de personas muy diversas y abrirse a experiencias perturbadoras, que a menudo confrontan de modo doloroso con nuestros propios pensamientos. La literatura nos increpa, se opone a la observación distante, nos obliga a acercarnos a las cosas.
En tiempos recientes hemos asistido a una reforma educativa que apuesta fuertemente por los saberes instrumentales, posibilitadores de aprovechamiento industrial; frente a los saberes humanísticos y artísticos, considerados de menor utilidad, que han sido relegados a un papel secundario en el programa educativo.
La obra de Nussbaum Justicia Poética puede ayudarnos a reflexionar sobre el tipo de ciudadanos que queremos educar y sobre el tipo de racionalidad que queremos que gobierne nuestras vidas.
Martha Nussbaum: «Justicia poética: imaginación literaria y vida pública»
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