Sobre la mujer como sujeto del feminismo. Lectura crítica de “Testo Yonqui” de Paul Preciado

Tasia Aránguez

En una entrada anterior, sinteticé las principales tesis de la teoría queer tal y como la expone Preciado. En esta entrada, me propongo realizar una lectura crítica de su Testo Yonqui analizando el valor que tiene la mujer como sujeto del feminismo así como los problemas de la equidistancia, la interseccionalidad, el individualismo o la desvalorización de lo femenino.

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La mujer como sujeto del feminismo

La teoría queer pretende trascender al sujeto “mujer” como lugar protagónico del movimiento feminista. Una de las razones esgrimidas alude a la falsa universalidad contenida en el término “mujer”. “Mujer”, desde el punto de vista queer, es una generalización que ignora la diversidad de mujeres: diferencias de clase, de raza, diversidad funcional, diferencias de orientación sexual, de experiencia vital (como el hecho de ser bio-mujer o trans), etc. Es decir, el término “mujer” elude fundamentales diferencias que quedan ocultas tras un término presuntamente universal. Esto da lugar a que las mujeres privilegiadas blancas, de clase media y heterosexuales, dado que tienen más facilidades para hablar y ser escuchadas, tiendan a hablar por las demás, esas “otras” que son eternamente ignoradas.

Otra de las razones para trascender el sujeto “mujer” no se encuentra en lo que este oculta en su interior sino en lo que excluye y deja fuera. En este caso serían tanto el “hombre” como toda persona que no se considere a sí misma ni mujer ni hombre, o que subvierta con su ser y sus prácticas la división sexual o la de género.

Desde este punto de vista el movimiento queer resulta más inclusivo y menos excluyente que el feminismo. Todas las personas que se oponen al sistema sexo-género son protagonistas de la lucha queer, incluyendo especialmente a todas aquellas tradicionalmente excluidas: transexuales, intersex, travestis, etc.

A pesar de que comprendo las razones aquí expuestas, soy una firme defensora del lugar protagónico del sujeto “mujer” dentro del movimiento feminista. Considero que el “movimiento queer” es un movimiento conexo con el feminismo y complementario, pero que en muchos casos responde a experiencias de opresión distintas.

Pankhurst JeeredEn la práctica las tesis queer dan lugar a una fácil banalización del tipo “no somos ni hombres, ni mujeres, somos seres creativos y libres con derecho a decidir cómo construirse”. Esto recuerda demasiado al tópico argumento machista de “ni hombres, ni mujeres, personas”. En efecto, uno de los problemas que encuentro a la propuesta queer es que minimiza la importancia de la estructura de dominación específica que padecen las bio-mujeres desde su nacimiento y que no padecen los hombres.

De las mujeres se espera que se levanten a recoger la mesa, que sean más limpias y aplicadas que sus hermanos, que sean guapas y educadas, que se comporten como señoritas, que tengan una discreta vida sexual y que cuiden a sus familiares dependientes de modo altruista. Hay importantes diferencias de opresión entre unas mujeres y otras, pero ya seas lesbiana o heterosexual, blanca o no blanca, de clase media o pobre, de un país o de otro, seas como seas, te enfrentarás a un trato diferenciado por el hecho de ser considerada mujer.

Imaginemos que un hombre queer viene y te dice que tú no eres una mujer y que él no es un hombre, y que todos somos sujetos creativos y libres que pueden construirse a sí mismos y enfrentarse a la opresión. Si resulta que en esos momentos tú estás muy estresada porque eres madre soltera y tienes que cuidar a tu hijo lactante recién nacido, las palabras de este señor pueden resultarte ligeramente incómodas.

Las mujeres somos oprimidas por una estructura que no es solo simbólica, no es solo una imagen de cómo se supone que deberíamos ser. Es una estructura material, fabricada de posibilidades reales de trabajo, de cargas reales de trabajo, de familiares y personas, de oportunidades. Por mucho que soñemos con dejar atrás los roles de género y con construirnos a nosotras mismas de un modo no sumiso, daremos una y otra vez con esas estructuras, como el techo de cristal y el suelo pegajoso de los que habla el feminismo.

El feminismo es nuestra voz, es la voz de las mujeres, que es uno de los grandes sujetos subalternos de la historia. El patriarcado es la estructura material y simbólica que hace de nosotras, las mujeres, una categoría con entidad real. El feminismo es el vehículo que nos permite expresar nuestra experiencia personal y es terriblemente injusto que las personas que se sienten afectadas por opresiones distintas (aunque conexas) traten de negarnos el protagonismo en nuestra propia lucha.

La equidistancia y la interseccionalidad

Comprendo que la mujer transexual, que ha vivido terribles experiencias cuando era considerada un niño, se puede sentir excluida cuando el feminismo habla de la experiencia de opresión infantil de una bio-mujer. En este sentido, puede experimentar que la noción de «mujer», incluso como reivindicación (por ejemplo, contra los roles impuestos a las niñas), es excluyente en un momento dado. Hay muchas experiencias vitales que se explican mejor desde la teoría queer (más atenta a las sexualidades disidentes y a las vidas no heteronormativas) que desde los feminismos clásicos. En concreto, todas aquellas de personas que luchan de manera incansable contra la identificación en el sexo que les ha sido injustamente atribuido al nacer.

Sin embargo, negarnos a las mujeres (bio o trans, de cualquier etnia o clase social) el lugar protagónico en el feminismo facilita un viraje hacia la equidistancia: todos sufrimos, todos somos víctimas del patriarcado. Mi defensa del sujeto «mujer» como categoría de lucha no implica, como aclaro en los comentarios, sostener una visión estática de lo que supone ser «mujer». Varias identidades queer podrían entrar y salir de dicha categoría, según el contexto discursivo, según la experiencia común que se quiere denunciar o vindicar. Lo importante es que el sujeto «mujer» hace referencia a experiencias comunes, a conceptos culturales y a unas estructuras de opresión reales. Dicho concepto es necesario para desarticular esa opresión.

No me resulta extraño haber constatado como docente de estas materias que la teoría queer despierta menos animadversión entre los hombres que el resto de corrientes feministas. La teoría queer parece ofrecerles mayor facilitad para escapar de su papel “opresor”. Basta con que los hombres deseen construirse a sí mismos al margen de los roles de género y con que hagan esfuerzos al respecto. Formar parte de un etéreo “sujeto queer” parece más factible que abandonar los privilegios materiales y simbólicos de los que se dispone gracias al patriarcado o que reflexionar sobre uno mismo como sujeto opresor.

portada testo yonqui.jpgEl ensayo de Preciado (léase el artículo anterior en el que expongo sus tesis principales) me ha dejado una sensación de cierta equidistancia. Hombres y mujeres están “jodidos” por el patriarcado, señala. Las mujeres, en Preciado, no parecen ser las víctimas principales del sistema sexo/género (sino que lo son un conjunto de personas pauperizadas y racializadas). Encuentro, en este sentido, la presencia del clásico desplazamiento de la categoría oprimida “mujer”, frente a otras como clase o raza.

Esto indica, desde mi punto de vista, una aproximación negativa al hecho de la interseccionalidad. Las personas podemos vernos inversas simultáneamente en distintas estructuras de opresión. Señalar unas no debería implicar minimizar (o absorber) otras. La existencia de la lucha de clase, decolonial o queer no ha de implicar negar el protagonismo de la mujer en la lucha que responde a su opresión estructural. La apelación a un sujeto queer “más abarcador” no debería suponer la asimilación del sujeto “mujer”, con su experiencia de opresión específica. Y el hecho de destacar los elementos estructurales que vinculan a las mujeres no implica ignorar los elementos estructurales que vinculan a las personas pauperizadas, por ejemplo.

Un aspecto curioso en relación con la supuesta conciencia decolonial del texto de Preciado es el carácter excesivamente “chic” de sus referencias, como cuando señala “Algunas de las referencias de este discurso estético y político son las películas de terror, la literatura gótica, los dildos, los vampiros y los monstruos, las películas porno, los manga, las diosas paganas, los cyborgs, la música punk, la performance en espacio público como útil de intervención política, el sexo con las máquinas, inconos anarcofemeninos como las Riot Girl o la cantante Peaches, parodias lesbianas ultrasexo de la masculinidad como las versiones drag King de Scarface o ídolos transexuales como Brandon Teena o Hans Scheirl, el sexo crudo y el género cocido”. Soy consciente, sin embargo, de que esta crítica a la teoría de Preciado no es extrapolable a toda la teoría queer y que existe, por ejemplo, el “transfeminismo andaluz” como concepto político y estético, lo que pone de manifiesto que el movimiento queer casa perfectamente con las identidades que reivindican una estética disidente con la estética expresada por esos pálidos vampiros, sofisticados cyborgs y por raudales de elegante glamour.

El individualismo de la propuesta de Preciado

En algunos pasajes del libro de Preciado he percibido una banalización de la violencia coactiva que ejercen las estructuras económicas y sociales que vertebran la dominación sexual. Por ejemplo, cuando afirma “Lo que no resulta explicable es que hoy, en una situación en la que la inferioridad política de las mujeres se oculta tras una aparente igualdad legal, es por qué no hay una masa de bio-mujeres que consumen testosterona para acceder a la posición hegemónica. Quizá, las mujeres no quieren el poder y prefieren seguir teniendo excusas para no triunfar, para no ganar dinero, para no tomar decisiones por sí mismas, para no tomar decisiones en los países en los que habitan, para no ser las únicas responsables de su placer sexual, de su mediocridad o de su éxito”.

Frente a Preciado sostengo que la causa de que las mujeres no accedan al poder con más facilidad no individualismopuede reducirse a la actitud o al deseo de las mismas y el patriarcado no representa una “excusa para no triunfar” ni una manera de eludir la responsabilidad sobre la propia vida. Confiar en una misma y tomar una actitud vital más agresiva (cosas para las que la sociedad prepara a los hombres) tal vez traiga ventajas en términos de poder, pero solo tal vez. Muchas mujeres luchan cada día con todas sus fuerzas contra muros que no parecen romperse hagan lo que hagan.

Preciado parece culpar a las mujeres de su situación de opresión e incluso llega a acusar al feminismo clásico de ser un discurso victimista. Por desgracia, acabar con la opresión sexual no es una mera cuestión de actitud. Por ejemplo, ante el pequeño dilema cotidiano de depilarse o no depilarse, de maquillarse o no hacerlo, muchas hemos experimentado que, hagamos lo que hagamos, es imposible liberarse de la censura social sobre nuestro aspecto. Las mujeres suelen recibir “sugerencias” de actuación contradictorias entre sí en lo relativo a su rol maternal, su sexualidad y sus aspiraciones vitales. Por mucho que intentemos crear un personaje transgresor para nosotras no encontraremos ninguno que nos libere de todas esas cadenas.

El feminismo siempre ha reivindicado la “sororidad” (solidaridad entre mujeres) y la acción colectiva. Eso que Preciado percibe como adopción de un rol de víctima en realidad consiste en la estrategia feminista de poner en común la experiencias de opresión para tomar conciencia de que no son individuales, sino estructurales. Ese es un paso necesario para actuar colectivamente contra las estructuras.

La desvalorización de lo femenino

La propuesta de Preciado parte de la constatación de que, siempre que seamos percibidas socialmente como mujeres seremos tratadas como personas de segunda. Por eso propone devenir trans. Pero esa solución de devenir trans como estrategia política supone rendirse ante las estructuras de opresión. Es como afirmar “como no puedo acabar con el patriarcado me convertiré en un hombre y así pasaré al lado opresor”.

La solución de Preciado es consecuencia de un punto de vista muy individualista, que oscurece las estructuras y sitúa la responsabilidad de vivir y transformar su situación sobre la mujer, ofreciéndole un radical camino mediante el que una mujer aislada podría salir de su situación: dejando de serlo.

En la tesis de Preciado se percibe una visión completamente negativa de la feminidad. Mujer es equivalente a sumisión y, si hay que elegir, se elige 397342_283566268420115_861577821_nel lado opresor. Afirma: “Poder, chicas, orgasmos, adrenalina, lujo, reconocimiento social, éxito, potencia, camadarería, ascenso económico. En un plazo de seis meses, esta es la plusvalía social que procura a una bio-mujer la ingestión de testosterona”. Preciado señala que cuando se siente un hombre en los talleres Drag King le da un subidón sexual que podría llevarle a follarse a cualquier otro cuerpo a cuatro patas con su polla sintética. Y eso por coherencia entre su ficción performativa y la ficción corporal, como si  se tratara de un efecto colateral.

Preciado dice estar cansado de las restricciones del feminismo: prohibido usar dildos, mirar pornografía, follarse todo lo que pasa, desear el dinero, el poder, el éxito, divertirse a costa del prójimo, desmontar la casa del amo con las herramientas del amo. Lo interesante de ser King, para Preciado, reside en su posibilidad de no negar su deseo sexual y político de ser el amo, de incorporar esos códigos performativos, de acceder a ese tipo de especialización del poder, de experimentar la ciudad, el cuerpo, el sexo, la palabra pública como lo haría un bio-hombre.

Comprendo perfectamente a lo que se refiere Preciado. Todas las personas que pertenecen a un grupo oprimido han experimentado, aunque sea un instante, el deseo de disfrutar de los privilegios del grupo opresor, ¿quién no ha deseado alguna vez ser millonario? Preciado no oculta que tiene un oscuro deseo de ser “el amo”, de follarse a “tías” y dejarlas tiradas, de ser poderoso y abusar de ese poder, aunque eso suponga cosificar a otras personas, especialmente a mujeres. Creo que hay algo de catarsis en el reconocimiento de que existe ese deseo, y considero que dicho deseo de poder puede canalizarse en la práctica feminista.

Conclusión

Encuentro que “Testo Yonqui” está lleno de fuerza y que acrecienta la sensación de poder individual, la conciencia de las propias posibilidades de transformación y subversión. Es un texto reconciliado con las pasiones, que está más allá de la ética y que apunta a la revolución estética del mundo.

Aunque es hijo de la teoría queer, sus nociones son demasiado oscuras para ser plenamente aceptables. Sus tesis son violentas y egoístas, y no le importa admitirlo. Dudo mucho que las mujeres transexuales se sientan representadas ante un texto que considera que chutarse testosterona es la estrategia más inteligente que puede adoptar una bio-mujer. Desde el punto de vista del texto, ellas estarían realizando justo el camino contrario. Cualquier persona que reivindique algún aspecto asociado a lo femenino sentirá que “Testo Yonqui” no habla sobre su experiencia vital. A pesar de que se supone que pretende trascender el sexo y el género, “Testo Yonqui” contiene un importante alegato de la masculinidad que se nos muestra como un lugar abierto y moldeable en el que cualquier persona que lo desee puede entrar.

Puntos de apoyo

Beatriz Preciado: «Testo Yonqui»

6 comentarios en “Sobre la mujer como sujeto del feminismo. Lectura crítica de “Testo Yonqui” de Paul Preciado

  1. LaLocaDeLaCartera

    Leyendo esto de que en la performance de DragKing llega a sentir tal subidon sexual que se follaria a cualquiera con su pene sintentico me viene la imagen del violador, que incluso siendo castrado ya sea de forma fisica o quimica, continua teniendo esa necesidad de someter a alguien. El violador no somete por sexo, somete por poder.
    Ese rol que genera subidon sexual entonces no es sexo, es poder, es sometimiento y ese falo plastico no es un pene, es poder, es un cetro de poder. Se exita por el poder, no es sexual lo asocia con el sexo porque asi lo enmarca, si el taller fuese otro diferente al DragKing, por ejemplo «SpeedCarKing» -digamos- el subidon le vendria pisando fuerte el acelerador del auto.
    Preciado, Beatriz o Paul, segun como se haya levantado hoy, puede ser muy inteligente y muy capaz de muchas cosas, menos de superar sus propias trancas personales como mujer xy que nacio. Puede pintar generos de colores varios, pero no dejara de ser xx por mas hormonas que decida tomar los proximos 15 dias, porque ya asumio que el mundo es xy y ella quiere entrar de alguna forma en ese juego. Su ruptura es,finalmente, heterosexual, se heterosexualiza-heteronormaliza finalmente en el sentido de que termina favoreciendo y promoviendo de forma alternativa -punk y no se cuantas palabras usan para darle cierto aroma contestatario- la dominancia y preponderancia del machismo (tipico del hereopatriarcado).
    Quizas hoy tomo hormonas, quizas no y las tomara dentro de 6 ,eses, asi quizas hoy se afeita el bigote o decide llevar sujetadores; quizas mañana use bigote y labios pintados, pero siempre buscando dealguna forma decir, que podes ser hombre, mas o menos femenizado pero hombre para poder gozar del mundo del hombre que como ya sabemos es tan genial que ella necesito llamarse Paul.
    Como decia un programa de television viejo, «acompañame a ver esta triste historia».

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  2. tasia1987 Autor

    Gracias de nuevo por tu comentario. Yo tampoco quiero dar lugar a una polémica interminable. Permíteme que matize que tanto las tesis de la teoría queer como la mía son materialistas (y no idealistas, no reductibles a ideología). La teoría queer construye su noción de identidad desde la corporalidad como experiencia vital (de un modo fenomenológico) y desde esa experiencia de diversidad propugna la ruptura de categorías identitarias (como el binarismo hombre y mujer) que no logran dar cuenta de la multiplicidad de experiencias de corporalidad y formas de placer. El cuerpo resulta (al modo spinoziano) revolucionario con su goce.

    Con respecto a mi punto de vista: también es materialista. Mi análisis parte de la existencia de la diversidad de experiencias de corporalidad, pero también de las estructuras socioeconómicas y culturales que están íntimamente ligadas a las experiencias vitales. Mi noción de «mujer» no se reduce a ideología, sino que parte de las estructuras sociales que apuntalan dicho concepto, no solo como forma de opresión, sino como forma particular de vida. No es un conjunto vacío, sino un resultado discursivo e histórico.

    La teoría queer resulta, después de todo, demasiado ilustrada, pues sitúa la responsabilidad de la emancipación sobre el individuo autónomo y creativo. Encuentra en la performance y la subversión individual el camino hacia una sociedad distinta.

    Yo, sin embargo, (más cercana al materialismo histórico en este asunto) niego que se deba cargar sobre los individuos (y en particular sobre los de grupos oprimidos) esa responsabilidad. Lo material no es solo el cuerpo propio. También son materiales (muy reales) las estructuras que encadenan a dichos cuerpos y, en particular, a los cuerpos de mujer.

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  3. Elías

    Saludos, Tasia

    De entrada decirte que yo igualmente rechazo todo tipo de esencialismo biologicista. Y lo rechazo no porque no sea cierto parte de lo que dice sino por la reducción a la que lo lleva a término. Efectivamente, las características biológicas no determinan lo que es ser mujer pero sí que la condicionan. Es decir, nuestro cuerpo, lo orgánico, sí que condiciona lo que somos. Creo que para definir lo que somos debemos de partir de la corporeidad que nos constituye y no de determinadas ideologías. Es que acaso nuestra genética, nuestro cerebro, no constituye en parte nuestro psiquismo.

    Dices: “Es obvio que existen diferencias biológicas en la naturaleza, pero la agrupación de las mismas para la creación del concepto “mujer” es un artificio (como la creación de cualquier otro concepto).

    Estoy de acuerdo contigo si lo que deseas decirnos es que esas diferencias biológicas no deben de determinar el concepto de mujer pero lo que ya no compartiría es si alguien considerara que esas diferencias biológicas no deberían de ser tenidas en cuenta, pero no para la “creación”, sino para la “construcción” de lo que ha de entenderse por mujer.

    Y efectivamente, si nuestras concepciones no están sustentadas en realidades al final lo único que hacemos es construir castillos en el aire. Que es lo que ocurre cuando el concepto de mujer, por ejemplo, se sustenta únicamente en meras ideologías.

    Por eso no estaría de acuerdo con alguien que creara el concepto de mujer o de femineidad ( sin definirnos conceptualmente en qué consiste) desde una determinada ideología política o socio-económica ( a favor o en contra). Porque lejos de poseer un concepto de mujer lo único que habríamos creado es un determinado “grito de guerra” ( creo que tú, y de manera más sofisticada, lo denominas enclave de lucha) para acabar con un sistema que nos parece injusto. El concepto de mujer acabará por ser un conjunto vacío, un referente sin contenido alguno más allá de la lucha en la que se expresa.

    Acabas diciendo: “que dicha noción “mujer” es un concepto que cambia con los contextos históricos y socioculturales. Unas veces agrupará, por tanto, a unos individuos, y otra vez a otros, dependiendo de la lucha que se quiera hacer y de qué personas han vivido esa opresión concreta que se denuncia.

    Pues bien, la misma razón por la que no estoy de acuerdo con el esencialismo biologicista es por la que tampoco estoy de acuerdo con la postura que creo que defiendes. Aquella postura reduccionista que considera que el ser humano se crea desde unas superestructuras socio-políticas-económicas o que se define únicamente por aquello por lo que lucha.

    Un saludo cordial.

    PD: Créeme, mi intención no es entrar en una polémica sin retorno. Simplemente creo que es bueno plasmar los diferentes puntos de vista. Salvo que desees algún tipo de puntualización aquí me quedo. Ha sido todo un placer el leerte.

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  4. tasia1987 Autor

    Elías, gracias por tu atenta lectura. Yo rechazo el esencialismo biologicista que sostiene que existen unas características naturales que determinan lo que significa «ser mujer» en la sociedad. Es obvio que existen diferencias biológicas en la naturaleza, pero la agrupación de las mismas para la creación del concepto «mujer» es un artificio (como la creación de cualquier otro concepto). Este esencialismo daría lugar a tesis del tipo: para ser mujer (p) es necesario tener los atributos (q, r, s, t…); y sin embargo dichos atributos están en constante reformulación histórica y no parece que exista un núcleo fijo (el caso de las mujeres transexuales lo pone de manifiesto, aunque también la existencia de la intersexualidad). Hasta aquí estoy de acuerdo con la teoría queer.

    Ahora bien, considero que ignorar el concepto «mujer» (o pretender superarlo o integrarlo dentro de un concepto de persona queer) no es la mejor manera de acabar con sus efectos socieconómicos y culturales, es decir, con el patriarcado. Aunque se rechace el carácter natural del concepto «mujer», hemos de aceptar que dicha categoría agrupa a un grupo oprimido en la sociedad. Las características, tanto biológicas como culturales, que se designan como definitorias de una «mujer», son estratégicamente relevantes para la emancipación femenina. Por ejemplo, hablar de la menstruación o del parto, son maneras en que las mujeres pueden «descolonizar» dichos eventos. Lo mismo ocurre con hablar sobre hechos culturales como la exigencia de cumplir unos cánones estéticos o de ser eternamente jóvenes. La denuncia de las división sexual del trabajo y de las diferencia socioeconómicas o del techo de cristal, requieren admitir que la designación social de un sujeto como «mujer» es la causa de estas discriminaciones.

    Por eso, la noción «mujer» es un enclave de lucha, un lugar que reúne a personas afectadas por las mismas estructuras de opresión, aunque reconozcamos que dicha noción «mujer» es un concepto que cambia con los contextos históricos y socioculturales. Unas veces agrupará, por tanto, a unos individuos, y otra vez a otros, dependiendo de la lucha que se quiera hacer y de qué personas han vivido esa opresión concreta que se denuncia.

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  5. Elías

    Saludos, Tasia

    Nuevamente felicitarte por tu maravilloso artículo. La verdad es que da gusto leerte.

    Hay una cuestión que no termino de entender, o mejor dicho, que no terminas de aclarar, aunque muy posiblemente no sea la finalidad del artículo, que hace que no termine de entender tu posición de fondo. Y esa cuestión es que no sé aún cuál es tu fundamentación filosófica en torno al género. No sé si consideras que el género es una mera construcción socio-cultural, si se reduce a lo puramente biológico o si por el contrario consideras que el género es en parte construido pero apoyado sobre unas bases biológicas.

    Da la sensación que no estás de acuerdo con otras teorías, como la teoría culturalista que defiende Preciados, es decir, aquella que considera que el género se reduce a ser una mera construcción socio-cultural, pero no porque hayas sometido a crítica sus bases filosóficas, sino porque simplemente no se ajusta a lo que defiendes. O dicho de otra forma, da la sensación que si la propuesta que hace Preciados estuviera en sintonía con la idea que tú defiendes entonces no tendrías ningún inconveniente en aceptar la teoría culturalista de Preciados. No sé, quizá me equivoque, pero creo para ti no es fundamental cuál sea la teoría filosófica que subyace detrás de cualquier concepción que se tenga en torno al género, siempre y cuando, ciertas conclusiones sean convergentes con la que tú defiendes.

    Dices: “A pesar de que comprendo las razones aquí expuestas, soy una firme defensora del lugar protagónico del sujeto “mujer” dentro del movimiento feminista. Considero que el “movimiento queer” es un movimiento conexo con el feminismo y complementario, pero que en muchos casos responde a experiencias de opresión distintas”

    Pero no es ya que responda o no a experiencias de opresión distintas sino que parte de una concepción filosófica en torno al género diferente a la postura que tú sostienes, o mejor dicho, que yo creo que tú sostienes. Es que si tuviera razón Preciados, y el género fuera una mera construcción socio-cultural, entonces no tendrías fundamento filosófico alguno en donde poder apoyarte para justificar esa defensa de un lugar protagonista del sujeto “mujer” dentro del movimiento feminista. Es que simplemente Preciados podría responderte: “ Es que ese “sujeto” mujer que tú intentas defender simplemente no existe”.

    Por tanto habría que fundamentar en qué lugar radica ese sujeto mujer que tratas de defender. Porque de no ser así sería muy difícil sostener, desde un punto de vista filosófico, esa afirmación que dice “El feminismo es nuestra voz, es la voz de las mujeres” ¿De qué mujeres nos estás hablando y por qué?

    Por cierto, en tu mensaje anterior me dijiste: “La palabra persona podría bien sustituir la de “hombre” para evitar el problema del universal masculino. Como también nos dices en este artículo: “Hay muchas experiencias vitales que se explican mejor desde la teoría queer que desde los feminismos clásicos. En concreto, todas aquellas de personas que luchan de manera incansable contra la identificación en el sexo que les ha sido injustamente atribuido al nacer.” Por eso me llama poderosamente la atención que digas: “Esto recuerda demasiado al tópico argumento machista de “ni hombres, ni mujeres, personas”. No sé, al final no me queda suficientemente claro quién puede hacer uso de la palabra persona, cuándo y por qué.

    Incluso llegas a decirnos que comprendes a la mujer trasnsexual pero que sin embargo “negarnos a las mujeres el lugar protagónico en el feminismo…..”. Es decir, parece que das a entender que la mujer transexual no es un verdadera mujer o al menos no cumple el canon del sujeto mujer que defiendes. Y volveríamos nuevamente a lo mismo ¿ cuál es el concepto filosófico que posees en torno al género para poder decirnos que hay un sujeto mujer y para excluir de él a ciertas “mujeres”?

    Francamente, no quiero entrar ahora en determinados jardines pero una cosa es aceptar y respetar a una persona y otra bien distinta es tener que aceptar determinadas teorías en torno al género. Y lo digo porque en la actualidad parece que si no se defienden determinadas teorías entonces parece que se está atacando a las personas que poseen dichas teorías.

    Por eso creo que es necesario saber de dónde partimos. Podemos partir de que el género se reduce a lo puramente biológico como podemos partir de que el género se reduce a lo meramente cultural como podemos partir de que el género es en parte una construcción socio-cultural pero apoyada en lo biológico. Y claro, en caso de defender esta última postura el “jardín” consiste en decir si todas las construcciones son igualmente válidas y por qué.

    Nos hablas, por ejemplo, de la feminidad. Y las dos primeras preguntas que se me ocurren son ¿ cuáles son esos rasgos que definen la feminidad? ¿son esos rasgos que denominas feminidad fruto de una mera construcción socio-cultural por parte del patriarcado que ha dominado las sociedades desde tiempos pretéritos?

    Pero con todo y con esto he de darte la razón. Es decir, el género y sus roles son el parte construidos desde una determinadas coordenadas socio-histórico-culturales. Y la cuestión de fondo es saber si esos géneros y roles han sido construidos desde la “justicia”. Pues bien, efectivamente, no creo que el patriarcado haya construido dichos géneros, y sus roles, desde la “justicia” sino desde posiciones de poder. Y por tanto, y efectivamente, esa situación debe de ser cambiada. Bueno, para ser más exactos no sé si quienes creaban esos roles lo hacía con la conciencia de que lo hacía ejerciendo un determinado poder. Pero sea como fuere lo importante es que en la actualidad consideramos que esos roles y esa concepción patriarcal es injusta a la altura de nuestro tiempo.

    Por tanto hay que cambiar dichas estructuras patriarcales. Sí, cambiarlas sí, pero para poner en su lugar el qué ¿Cualquier cosa? En fin, no parece razonable.

    Pues habría que construir unas nuevas estructuras más “justas”. Más justas sí pero no igualitarias. Y cuando digo que no deben de ser igualitarias no me refiero a que no se compartan los mismo derechos económicos, sociales, políticos, etc. Me refiero a que esas estructuras más “justas” deben de tener en cuenta la diferencia femineidad-masculinidad ( reinterpretando esta categoría). Ahora bien, previamente habría que responder a la pregunta de si dicha masculinidad y dicha femineidad son a su vez nuevas construcciones socio-culturales o si por el contrario son dos formas de realidad diferentes. Pero claro, de ser así habría que decirnos sobre qué se apoyan dichas formas de realidad y cuántas son. Lo dicho, no deseo entrar ahora en determinados jardines.

    Un saludo cordial.

    PD: Discúlpame todas las malas interpretaciones que haya podido cometer con tu texto así como por todos los presupuestos erróneos que te haya podido atribuir. Pero entiende que la única manera que tengo de sacar todo los conocimientos que posees en torno a estos temas, que para mi son de una importancia y de una actualidad capital, es “exprimiéndote”.

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