Kant cogió su fusil

Jesús M. Morote

Transcurridas unas semanas desde los atentados de París, se oyen por todas partes tambores de guerra. Francia envía el portaaviones «Charles de Gaulle» a las costas de Siria. El Reino Unido aprueba también el envío de tropas a ese país. Se habla de una nueva Guerra Mundial. Hasta los filósofos pueden tener algo que decir en medio de esta vorágine.

FRANCIA-PORTAVIONES-Charles-De-Gaulle

Cuando uno vive en un país donde la opinión pública la configuran tertulianos estrategas de Play-Station, no deja de sentir una sana envidia de países como Alemania, donde el nivel al que se plantean ciertas cuestiones permite discutir en términos filosóficos, impensables entre nosotros.

Me parece de interés para el debate presente recuperar un artículo del periódico alemán Die Welt, de hace algo más de dos años (septiembre de 2013), titulado Kant habría atacado a Al-Ásad. Se refería al debate suscitado en Alemania acerca de la intervención occidental, mediante ataques armados, para acabar con el dictador sirio Bashar Al-Ásad y con la sangrienta guerra civil en Siria.

KantEl autor del artículo es Hans Rühle, experto en divulgación de tecnología y armamento atómicos, y Jefe de Planificación de Estado Mayor en el Ministerio de Defensa de Bonn desde 1982 hasta 1988, que argumenta en contra de las posiciones pacifistas mayoritarias entre los filósofos alemanes.

Recuerda Rühle que, con ocasión de la celebración en 2004 del segundo centenario del fallecimiento de Kant, los adversarios de la invasión militar de Irak utilizaron a Kant como principal testigo de cargo contra George W. Bush. A tal efecto se recordaba que Kant había hablado bien claro en su obra Zum ewigen Frieden («Hacia la paz perpetua») de 1795 escribiendo: «Mientras la división interna de un Estado no sea manifiesta, la intromisión de potencias extranjeras constituiría una violación de los derechos (…) de una nación independiente, y asimismo un verdadero escándalo que pondría en peligro la autonomía de todos los Estados«.

Esa doctrina ha sido rememorada con ocasión de los movimientos internacionales contra el régimen de Al-Ásad en Siria, trayéndose de nuevo a colación la «prohibición de intervención» propugnada por Kant. Así lo hizo, por ejemplo, el político del CDU Jürgen Todenhöfer en una entrevista concedida a Sterns el 29 de agosto de 2013, donde decía: «Kant lo afirmó en su escrito «Hacia la paz perpetua»: La no-intervención es presupuesto central de la paz mundial. Opina lo mismo Helmut Schmidt. Bombing for peace is like fucking for virginity«.

Pero nuestro articulista Rühle piensa que Todenhöfer está equivocado, como lo estaban los «filósofos amateurs» de 2004. Aduce a este respecto la opinión de un especialista en Kant, Volker Gerhard, que nos recuerda que la paz solo puede asegurarse mediante la democracia.

Según Kant, afirma dicho especialista kantiano, la paz en las relaciones internacionales solo será duradera si reina en el interior de los Estados un Estado de Derecho. De ahí se deduce que Kant legitima la supresión de los «Estados canallas»: los dictadores no gozan del derecho a la soberanía de sus Estados. Así, Gerhard afirma que, aceptada esta premisa, decae la adhesión de Kant al principio de la «prohibición de intervención»: esa prohibición no rige en cuanto a las relaciones con «Estados sin Derecho».

Estas afirmaciones encuentran su apoyo textual en unosBashar-Al-Assad-in-Soldier-Uniform--92463 escritos del filósofo de Königsberg sobre teoría del Derecho -datados dos años después de Hacia la paz perpetua– en donde se dice que «el derecho de un Estado contra un enemigo inicuo no tiene ningún límite«.

¿Qué hay que entender por un «enemigo inicuo»? «Es aquel cuya voluntad declarada, ya sea de palabra u obra, evidencia una máxima mediante la cual, si se llegase a convertir en regla universal, no sería posible una situación de paz entre las naciones, sino que se perpetuaría el estado de Naturaleza«. De ahí Katja Stoppenbrink, en el debate de 2004, concluyó que «Kant aboga a favor de la guerra contra los Estados terroristas«.

Rühle continúa su artículo diciendo que este aspecto de la teoría del Derecho de Kant ha intranquilizado siempre a los filósofos, que no admiten en Kant la idea de una guerra justa. Habermas, por ejemplo, denuncia la inconsistencia de Kant y la mayoría de los intérpretes actuales de Kant se quedan con Hacia la paz perpetua e ignoran la teoría kantiana del hostis iniustus (enemigo inicuo).

En el § 56 de su Teoría del Derecho escribe Kant: «Además de la agresión de hecho (…) está la amenaza. Ante ella procede o bien un primer apercibimiento, en el que se basa el derecho de prevención (ius praeventionis), o bien sencillamente también el despliegue intimidatorio (capaz de conquistar países) de la fuerza (potentia tremenda) de otro Estado. Consiste en una lesión del menos potente, simplemente por la situación de hecho llevada a la práctica por el más poderoso, y se trata de un ataque conforme, evidentemente, con las reglas del estado de Naturaleza«.

De ello concluye Rühle que, según Kant, está permitida la guerra preventiva contra los Estados terroristas cuando se dan las condiciones para ello: Kant no era un pacifista.

Hay dos aspectos del artículo que merecen un comentario crítico. El primero: ¿podemos trasladar las ideas de Kant al supuesto de hecho de una intervención militar de las potencias occidentales en Oriente Medio? Se me hace difícil pensar que la situación contemplada por Kant sea equiparable a la situación de Siria en el concierto internacional. Si partimos de la base de que Kant, en principio, no era partidario de la agresión entre las naciones, tenemos que concluir que esta solo estará justificada cuando hay una amenaza, y una amenaza seria, contra la propia subsistencia de la nación amenazada. Quiero decir: no se trata de que unos ciudadanos de una nación agredan a los ciudadanos de otra nación, sino de que un Estado agreda o amenace a otro, lo que abre la legitimación de este último para iniciar una guerra «preventiva».

IsisEl propio argumento de Rühle, hecho público en 2013 para apoyar el envío de fuerzas militares contra la Siria de Al-Ásad, considerado como Estado canalla o Estado terrorista, se vuelve en su contra en las circunstancias actuales, en el que los mismos argumentos belicistas se esgrimen para enviar fuerzas militares para acabar con el llamado «Estado Islámico», que amenaza al Estado de Al-Ásad. ¿Qué se hubiera conseguido si en 2013 los Estados occidentales hubieran seguido el consejo de Rühle? Que en Siria se hubiera asentado un Estado tanto o más «canalla» que el de Al-Ásad (como parece haber ocurrido o estar ocurriendo en Afganistán o Libia, tras el intervencionismo occidental).

Evidentemente, enviar portaaviones contra el «Estado Islámico» fortalecería a Al-Ásad y su Estado canalla, que se parece a cualquier cosa menos al Estado de Derecho que reclamaba Kant.

Más allá de Kant, en el momento presente, resulta pertinente acudir a la doctrina de la «guerra justa», que tiene numerosos precedentes a lo largo de la Filosofía occidental. En el contexto (post)colonial en que se desarrolla el debate actual sobre la guerra en Siria, son especialmente esclarecedoras las reflexiones de Francisco de Vitoria, formuladas, en el siglo XVI, sobre la cuestión de los «justos títulos» que podía ostentar el Reino de España para intervenir en América y derribar regímenes políticos como los Imperios Azteca o Inca. Y, en este sentido, es reveladora la conclusión a que llega el dominico español: no hay más justo título, cuando no cabe invocar la legítima defensa, que una cuestión de hecho. Las cosas están como están y la intervención militar, estando así las cosas, es mejor que la no intervención.

Lo que ocurre es que, en lo que ahora nos interesa, no está claro que sea mejor intervenir militarmente que no intervenir. ¿Qué intereses hay en juego? ¿Cui prodest?

Piense el ciudadano occidental qué le cuesta la intervención militar de su Estado en Siria y qué ventajas va a obtener de ella. Y, a partir de ahí, que decida. Como proponía Francisco de Vitoria, es cuestión de evaluar los hechos y en eso Kant no puede ayudarnos.

Puntos de apoyo

Inmanuel Kant: Zum ewigen Frieden (Hacia la paz perpetua).

Inmanuel Kant: Die Metaphysik der Sitten (Der Rechtslehre Zweiter Theil. Das öffentliche Recht). [La Metafísica de las costumbres. La teoría del Derecho de la Segunda Parte. El Derecho Público].

Francisco de Vitoria: De indiis (Sobre los indios).

 

9 comentarios en “Kant cogió su fusil

  1. ibaranga

    ¿Cómo plantear los términos «guerra justa» o «guerra preventiva» como si hubiera algún fundamento ético tras ellos…? Ante el «Piense el ciudadano occidental qué le cuesta la intervención militar de su Estado en Siria y qué ventajas va a obtener de ella. Y, a partir de ahí, que decida» del autor siento un dolor inmenso… Puede que sentir dolor no sea muy filosófico, pero es bastante humano. Ojalá no os veais inmersos nunca en una guerra en la que unos jóvenes (o viejos) hombres tengan que evaluar lo que les cueste bombardear toda posibilidad de tu existencia, y en función de su erudito análisis, decidir vuestro futuro.
    http://masdeunavoz.blogspot.com.es/2015/12/de-la-revolucion-la-guerra-global.html

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  2. elías

    Hola Herrgoldmundo.

    Como creo haberte respondido, no sé si total o parcialmente, en el tema Estética, ética y «True detective» prefiero dejar libre este tema para nuevos comentarios.

    Un Saludo

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  3. Herrgoldmundo

    Vamos a ver Elías, claro que yo no acepto los valores actuales, pero porque no son valores de vida, sino valores que legitiman la autoinmolación vital, tanto a nivel individual como colectivo. A mí me gustaría que España, como la generalidad de Occidente, adoptase e hiciese suyos valores raciovitalistas, es decir, valores que, por encima de toda ética o imperativo ético-moral, se instaran a salvaguardar la vida y la razón de ser de nuestra civilización. Habría que crear otros valores, de acuerdo, y para ello sería necesario civilizar a Heidegger (siento repetirme más que el ajo). Pero como sé que esto que propongo es imposible (ya te adelantaste tú, moral judeocristiana en mano, para señalarnos que el «animal de realidades» que somos no debe reducirse a pura animalidad), pues me limito a defender una postura egocéntrica (apostar por la legítima autodefensa sin intervencionismos ni injerencias externas). Claro, yo tampoco deseo una provincia heideggeriana «pura» que pudiera salvarnos de una barbarie para caer en las garras de «otra». Por eso, como Zubiri, Ortega y Gasset y la generalidad de la Escuela de Madrid, abogo por la construcción de nuevos valores raciovitales que pudieran salvaguardarnos de cualquier «pura animalidad foránea» (véase terrorismo islámico, por ejemplo) o de «animalidades antivitales» (suprematismo comunista).
    Sin embargo, en el caso que nos ocupa (el de la factibilidad o no de poder ir «hacia una paz perpetua» mundial) no puedo por menos que posicionarme junto a Jesús. Ya que es evidente que resulta del todo imposible (utópico ideal) que todos los jugadores (diferentes ideologías domesticadoras) acuerden adoptar unos valores ético-morales comunes y universales, lo único que puede hacerse es que «ca cual» (cada civilización) se ponga las pilas para salvar su culo. Así de crudo y duro lo veo.

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  4. elías

    Herrgolmundo, Zubiri parte de la realidad, del sentir y del poder de lo real. Esa es la raíz y fuerza creadora que anima la construcción de valores. Zubiri no parte de ninguna dialéctica sino que parte de la vida, del sentir y de la realidad. Eso sí, los valores, y posteriormente, deben de ser creados y construidos desde esa fuerza originaria. Eso sí, lo que Zubiri no acepta, y yo tampoco, es que ese animal de realidades se reduzca a la pura animalidad. Es que los valores tienen que serlos para una verdadera vida. Pero eso no excluye que dichos valores, que son para la vida y nacen de ella, deban de ser construidos.

    Dices que no se trata de construir valores sino de defender los que ya tenemos. Pero si eso es precisamente lo que tú no aceptas. Si hay algo que tú no aceptas (y yo tampoco) son precisamente los valores actuales. Cuando dices que debemos de defender nuestros valores o nuestra razón de ser me podrías decir cuáles son esos valores esenciales que habría que defender y por qué. Ya que no son los de la post-modernidad serían quizá los de la modernidad. O tal vez los del cristianismo. O debemos de recuperar los del mundo Griego o Romano.

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  5. elías

    ¿Qué valor tiene un cuadro de Velázquez?

    En la actualidad ya ha desaparecido de la escena de los valores el considerado precio justo que pertenecía a una concepción objetivista en torno al mundo de los valores. Para dicha concepción existía un precio justo. Lo difícil era calcularlo. De ahí todo los tratados realizados en Castilla con relación al precio de los cereales sobre todo en época de escasez.
    Se creía que existía un precio justo pero se sabía que el vendedor intentaría lograr un precio por encima del precio justo y el comprador lo intentaría conseguir por debajo de del precio justo. De ahí el “regateo”. El regateo era la forma de aproximarse a dicho precio justo. Por eso en muchos países no Occidentales se continúa con el regateo. Porque se considera que existe un precio justo y que es posible alcanzarlo mediante dicho regateo. Pues bien, ¿posee un cuadro de Velázquez un precio justo? No, ya se ha abandonado dicha consideración. Un cuadro de Velázquez posee el precio que se desee pagar por él. Pero por qué se paga exactamente por ese precio. ¿Se paga acaso por el valor estético de dicho cuadro? Obviamente, no. Se paga por el cuadro mismo. Se paga por el soporte donde se realiza dicho valor estético.

    Una cuestión es el valor estético y otra el cuadro o soporte donde se realiza dicho valor. De ahí lo de todo necio confunde valor y precio. A lo que hacía referencia es a la diferencia entre los valores finales (valor estético) y a los valores instrumentales (precio).Velázquez, como cualquier artista, proyecta su obra. Y lo hace en torno a un ideal construido de belleza. Eso sí, una vez realizada la obra el valor pasa a formar parte de la obra. El cuadro de Velázquez es una realidad valiosa. Antonio Machado, y en esa expresión, no está diciendo que el precio no sea un valor sino que no hay que confundir los valores finales con los valores instrumentales.
    Otra cuestión es el mundo de los valores (axiología) y otra el mundo de los deberes (Etica). Los deberes consisten en la realización de los valores. Velázquez, y al realizar el valor belleza en cualquiera de sus cuadros, actuó moralmente.

    Sí, claro, Jesús. Da igual si se acepta una teoría objetivista, subjetivista o constructivista de los valores si después la gente actúa farisaica o hipócritamente. Y sí, efectivamente, el hombre es una realidad con-vivencial y por tanto esa creación de valores nunca se realiza desde una pura libertad individual. Lo cual no significa que no exista una componente individual que pueda ser distinguida de la componente social.
    Yo personalmente estoy en contra del conductismo. Y lo estoy porque estoy en contra de cualquier tipo de positivismo. Bien es verdad que hoy en día el conductismo, y que tanto éxito tuvo hasta hace poco, ya es doctrina periclitada. Hoy en día no se acepta que el hombre puede ser reducido o estudiado por su conducta al margen de todo análisis introspectivo.

    Dices, Jesús: “En esto de los valores pasa como con la conducta como manifestación de la actividad mental. ¿Qué pensaríamos si alguien nos afirma, contundentemente: “Yo nunca tengo hambre”, y lo vemos comer continuamente, “Yo soy un hombre pacífico” y va dando tortazos a todo el mundo que pasa a su lado? ¿Debemos creer lo que nos dice o lo que vemos que hace?”

    Sí, pero es que también una persona puede actuar amable y cariñosamente con un enfermo porque en el fondo lo que desea es que lo incluya en su testamente cuando en realidad, y en el fondo de su alma, está pensado: “Ojalá se muera de una vez este maldito viejo”. Y en este caso yo preguntaría: ¿Debemos creer lo que nos dice y lo que vemos que hace? Pues a lo mejor, no. Muchas veces sabemos perfectamente lo que pretende una persona a pesar de lo que nos dice y de lo que hace. Es que una cosa es lo que hace y otra bien distinta es la intención con la que lo hace. Valorar hechos al margen de la intención con lo que fueran ejecutados quizá pueda constituir un gran error.

    En lo que vuelvo a estar de acuerdo plenamente contigo es en lo que hace referencia a la jerarquía de los valores. De hecho creo que eso es lo que hace que la teoría de los valores de Max scheler, el cual hizo unas reflexiones maravillosas en torno al mundo de los valores, sea insostenible. Yo también estoy en contra de una jerarquía de los valores. O mejor dicho, estoy en contra de una jerarquía de los valores dentro de los valores finales, pero eso sí, creo que los valores finales son jerárquicamente superiores a los valores instrumentales. Como también estoy de acuerdo, y es una cuestión en la que muchos no suelen reparar, en que dentro del mundo de los valores se da la conflictividad. Es que simplemente la realización de unos valores no permite la realización de otros.
    Lo cual quiere decir que el mundo de la ética, como realización de valores, no sea una cuestión fácil. Y no lo es porque no existe un único valor que fuera el referente máximo, supremo o último al que deberían de encaminarse los valores instrumentales. Que los valores instrumentales deben de estar al servicio de los valores finales es algo que yo no discuto. Lo que sí discuto es la existencia de un único valor supremo.

    Es por todo ello por lo que estoy radicalmente en contra de tu consideración última de que la guerra en Siria sea una cuestión de costes y beneficios. O mejor dicho, de que únicamente sea una cuestión de costes y beneficios. Por supuesto que hay que tener en cuenta los valores instrumentales (costes y beneficios). Pero si por delante de ellos no nos guía unos valores finales creo que a larga estaremos totalmente perdidos y desorientados. Bueno, en realidad ya lo estamos.

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  6. Herrgoldmundo

    Hola Jesús. Estoy de acuerdo con tu reflexión, yo tampoco considero «útil» ni beneficioso que España ataque a Siria.
    Yo no quise entrar en el terreno de los valores (revisa mi intervención), porque no creo que el problema sea dialéctico, como postuló Elías, sino vital. Yo apelo al imperativo (deber ineludible) de salvaguardar nuestra razón de ser, y me va una higa que nuestros valores occidentales sean mejores o peores que los de cualquier suprematismo dogmático e impositor.
    No se trata de una cuestión de «construir» valores, sino de defender los que tenemos; no hay que convencer a nadie de la bondad de nuestros valores; no hay que buscar consensos, sino «ser nosotros mismos».
    Yo no apelo a la vana dialéctica, muerta y enterrada en la postmodernidad por los maestros del sofisma (como bien señaló Foucault), sino que apelo a la vida. Ni más ni menos.

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  7. jesusmmorote Autor

    Elías dice: Quien mejor y más poéticamente supo verlo y expresarlo fue Antonio Machado al decirnos: “Todo necio confunde valor y precio”.

    Has venido aportando, Elías, muy interesantes comentarios, en este post y en otros, sobre la formación de los valores y lo que tú llamas «constructivismo» de los mismos. Me gustaría apuntar algunas cosas, y con ello responder de paso a Herrgoldmundo, que también ha sacado a pasear los «valores».

    Evidentemente, no se pueden confundir, como decía Machado, valor y precio. Pero no menor necedad sería pensar que el valor y el precio no tienen nada que ver.

    Los valores forman parte del sentimiento íntimo de las personas. Los precios se forman como manifestación externa de esos valores. Para decirlo en términos de la Psicología: pueden pasar muchas cosas por la mente de las personas, pero cualquier estudio de la psicología de cualquier persona pasa por observar su conducta. Si no ando equivocado, y corrígeme, Herrgoldmundo, si me equivoco, es bastante absurdo (o necio) intentar construir una teoría psicológica tomando como datos incontrovertibles lo que la gente dice que piensa, sin atender a cómo se comporta efectivamente.

    Y con los precios y los valores ocurre lo mismo: hablar de los valores que tiene la gente, sin observar cómo se comporta a la hora de adquirir ciertos bienes y servicios a cambio de otros, es hablar por hablar.

    Entonces, puedo conceder que cada cual «construye» sus valores. Aunque aquí habría que diferenciar, cosa no siempre fácil, entre qué parte construye cada uno libremente, por su «real gana» y qué parte le viene socialmente «impuesta», a través de la sociedad en que vive, su familia, su entorno. Pero eso ¿a dónde nos lleva?

    En esto de los valores pasa como con la conducta como manifestación de la actividad mental. ¿Qué pensaríamos si alguien nos afirma, contundentemente: «Yo nunca tengo hambre», y lo vemos comer continuamente, «Yo soy un hombre pacífico» y va dando tortazos a todo el mundo que pasa a su lado? ¿Debemos creer lo que nos dice o lo que vemos que hace?

    En esto de los valores pasa lo mismo. Cualquiera nos dirá que valora más una vida humana, la vida de un niño sirio, que ir a esquiar a Baqueira-Beret. Pero vemos continuamente, ahora que estamos en Navidades, que la gente se gasta el dinero en comprar un jamón o un besugo, y sus botellitas de cava, en vez de ayunar en Nochebuena y dar el dinero a alguna organización de ayuda a los refugiados.

    Por otro lado, si los valores fueran tan diferentes de los precios (es decir: su manifestación, pues no son sino el indicador externo de qué cantidad de qué bienes y servicios se está dispuesto a canjear por qué otras cantidades de otros bienes y servicios) la sociedad sería un chollo. La inmensa mayoría de la gente se abalanzaría a donar dinero para los refugiados y los Mercedes bajarían escandalosamente de precio, ante la ausencia de demanda. Los egoístas como yo nos íbamos a poner las botas. ¿Por qué no nos las ponemos? Porque los otros, digan lo que digan, van tan a lo suyo como los que somos egoístas.

    Tampoco estará de más advertir que, cuando se habla de valores, parece quererse afirmar una jerarquía, una ordenación más o menos definida donde para pasar al valor inferior habría que dar pleno cumplimiento al valor superior. ¿Cómo íbamos a atender a un valor inferior si antes el superior no ha sido plenamente realizado? Pero los valores, como bases de las conductas de intercambio, no funcionan así. Cada uno establece una serie de transacciones entre valores y busca un equilibrio satisfactorio (escribí sobre ello en un par de posts anteriores en este blog sobre Rawls y el análisis económico de una Teoría de la Justicia). Y, aunque las curvas de indiferencia de los agentes son diferentes (si no, no habría intercambio posible), también cabe suponer que no son tan diferentes como para no alcanzar un consenso más o menos amplio que permita la vida en sociedad y el reparto no bélico ni violento de los recursos.

    Así que la guerra en Siria es una cuestión de costes y beneficios. Es decir, de precios. Qué cuesta y qué beneficios reporta. No veo qué puedan tener que ver los valores en ello.

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  8. Herrgoldmundo

    Buena lectura o interpretación de Kant. Sin embargo, en mi parecer, el error de Kant y ,por ende, el de su utópica propuesta de «Hacia la paz perpetua» radica en su excesivo idealismo.
    Todo el edificio de la ley moral universal kantiana se apoya en un único e imprescindible pilar (imposible ideal): creer posible la aceptación de unas reglas ético-morales universales por parte de todo el mundo. Es decir, para jugar la partida vital que habría de llevarnos a una soñada «paz perpetua» sería imprescindible que todos los equipos en liza (diferentes suprematismos ideológicos y/o religiosos también) respetaran y se condujeran según unas mismas reglas del juego (mismos valores e imperativos ético-morales) para todos. Desde el momento en que cada equipo decide jugar una misma partida (que es la vida) con diferentes reglas, está claro que el «ganador» será el que adopte las mejores reglas (valores ético-morales) que le permitan sacar ventaja sobre sus adversarios. Dicho en Román paladino: si durante la partida, unos pueden matar sin ningún remordimiento, incluso legitimando de forma bastarda genocidios y actos execrables, los otros deberán ponerse las pilas.
    Como bien señalas, en la filosofía de Kant se puede hallar la legitimidad necesaria para afrontar la partida, al menos, en igualdad de condiciones, sin apelar a inconscientes pacifismos que nos aboquen a la autoinmolación colectiva.
    Ahora bien, creo que Elías tiene razón, y que la legitimidad de los valores de Occidente no debe basarse, tan solo, en justificaciones materiales y/o propias de la razón utilitarista, sino que deben cimentarse y justificarse a partir de imperativos de la razón vital, o raciovital si se prefiere.

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  9. elías

    Dices, Jesusmmorote: “Piense el ciudadano occidental qué le cuesta la intervención militar de su Estado en Siria y qué ventajas va a obtener de ella. Y, a partir de ahí, que decida. Como proponía Francisco de Vitoria, es cuestión de evaluar los hechos y en eso Kant no puede ayudarnos.”

    Aquí quisiera hacer una matización a tu magnífico artículo. Efectivamente, el ciudadano occidental tendrá que evaluar los hechos. Pero ese evaluar es un proceso de valoración, es decir, un proceso de estimación de valores.

    Aún a riesgo de ser reiterativo decir que el problema al final radicará en la concepción que se posea sobre la estimación del mundo de los valores. Porque no es lo mismo partir de una concepción subjetivista de los valores que de una concepción constructivista de los valores.
    En una concepción subjetivista se considera que una especie de sentido interno aprehende los valores. Eso sí, esos valores, y así aprehendidos, son meramente subjetivos. Con lo cual no cabe ningún tipo de discurso racional, o al menos razonable, sobre los mismos. Vamos, que cada uno tendría su valoración sobre la intervención militar en Siria. Bien, y después qué hacemos. O mejor dicho, qué hará el estado o el gobierno en relación a si se interviene o no en Siria. Puesto que los valores son irracionales se ha considerado que estos deben de permanecer en el ámbito de lo privado. Pero cómo salir de ese ámbito de lo privado para que el Estado o el gobierno adopten una medida pública. Adopte el gobierno la solución que adopte siempre tendrá la hostilidad de aquellos que no lo valoran de igual forma. Y al final ello hace que sea imposible adoptar una medida conjunta que todos más o menos podamos defender.

    En una concepción o visión constructivista de los valores la cosa cambia de cariz. Y lo hace porque para esta concepción los valores no son ni objetivos ni meramente subjetivos sino que los valores se construyen. Y se construyen mediante una razón dialéctica. Lo cual quiere decir que los valores poseen su propia racionalidad y por lo tanto, cabe dar razones en torno a ellos. Al no ser los valores meramente subjetivos ya no cabe aquello de que tú tienes tus valores y yo tengo los míos. O mejor dicho, sí que cabría hablar, como no, de que cada uno posee sus propios valores pero de lo que no cabría hablar es de una igualdad entre los mismos como defiende la concepción subjetivista, al considerarlos irracionales, por la sencilla razón de que unos valores estarían mejor fundados que otros y además sobre los mismos cabe un diálogo entre todos los individuos.
    En este caso no tendría que ser el gobierno o el Estado el que se vea en la obligación de elegir entre varios valores igualmente irracionales y que conlleva una fractura dentro de la sociedad sino que sería la propia sociedad, y en diálogo, quien construiría los valores que el gobierno o el Estado tendrían que defender. Aquí habría que diferenciar entre valores y deberes pero no quisiera alargarme en la exposición.

    Pero es que además en una teoría subjetivista de los valores acaban por desaparecer los valores finales. Con lo cual sólo cabe una razón instrumental en torno a los valores irracionales. Se acaba por entificar la realidad. Todo debe medirse por la razón instrumental. Todo acaba por convertirse en “cosa” y toda “cosa” tiene un precio. Y al final todo acaba por confundirse. Quien mejor y más poéticamente supo verlo y expresarlo fue Antonio Machado al decirnos: “Todo necio confunde valor y precio”.

    Frente a una razón instrumental una razón dialéctica.

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